miércoles, 11 de noviembre de 2015

De la tauromafía, el colonialismo, la psicopatía adquirida y el especismo


          Todos/as quienes conformamos ADLA manifestamos nuestra, evidente, oposición a la tauromafía, y a cualquier espectáculo que suponga legitimar el status de los animales no humanos como propiedad: circos, zoos, peleas de perros y de gallos. Por más grave o sutil que este espectáculo sea. Expresamos nuestra radical oposición a esta práctica aberrante desde un análisis multimodal, leída desde la cosmovisión indígena, el anti-colonialismo, el anti-especismo, y los derechos de los/las niños/as y adolescentes

Antes de la invasión europea, las lógicas de relación humano-animal-naturaleza eran muy distintas. La cosmovisión indígena, principalmente, de nuestros pueblos originarios pre-incaicos, los Quitus, pensaban a la Madre Tierra como la Gran Madre Protectora. Ellos la llamaban Mama Toa, desde una visión eco/centrista sentían un profundo respeto por todos los seres que habitaban en ella. Hermanos y hermanas, todos/as hijos/as de la misma Madre. Conocido como animismo, la espiritualidad de nuestros/as ancestros/as giraba en torno a la conexión con la divinidad y el alma de todos los seres sintientes sobre la Tierra: plantas, animales humanos y no humanos. Nuestro legado ancestral, ha dejado una huella filogenética de amor, respeto y conexión con nuestros hermanos, los animales no-humanos. Sin embargo, con la invasión colonial; además del violento aniquilamiento cultural, el genocidio y biocidio de nuestros pueblos y el sincretismo religioso que este impacto civilizatorio produjo, también trajo consigo una relación, totalmente, distinta a la de nuestros ancestros con su hogar, la Naturaleza. La lógica eurocentrista pensaba a la naturaleza como una bestia a la cual había que domarla para sacar todo el provecho posible. Sostenido, en un paradigma antro-pocentrista judeo-cristiano, el hombre (no la mujer, ella también es relegada al status de bestia y de “animal”) se posiciona por encima de la naturaleza y de los demás animales. En ese contexto, de violencia cultural, se impone una “tradición” ibérica: las corridas de toros a nuestro pueblos andinos que otrora habían respetado, y de hecho sentido el mandato cósmico de ser defensores de la Madre Tierra y de sus pueblos. Lastimosamente, el mestizaje que supuso una vaga identidad latino-americana y el profundo sentimiento de inferioridad en relación al otro-europeo, hizo que se integré en el imaginario cultural del pueblo ecuatoriano, esta tradición como propia, develando el arribismo clasista. El mestizo, odiando su pasado indígena-originario, jugando a ser europeo, imitando lo europeo. Es por este segundo punto, que también rechazamos las corridas de toros, por ser una representación simbólica de la violencia física, estructural y el aniquilamiento identitario que sufrieron nuestros pueblos originarios por la falla epistemológica, conocida como: eurocentrismo.

            Nos hemos manifestado en contra de la tauromafía por ser violento a nivel cultural con nuestros pueblos originarios. Pero, qué hay de la vida, y opinión del toro ? Los/as tauropatas utilizan una serie de excusas amparadas en distorsiones cognitivas, un marcado distanciamiento emocional, y rasgos sociópatas que en un siguiente artículo  analizaremos a profundidad, una de las principales es: la libertad individual. Respeta mi “derecho” a asistir a las corridas dicen, el que no quiere que no vaya ! Vociferan con desconocimiento, y estupidez los enfermos mentales. Esa premisa, no es falaz por sí misma, de hecho tiene sentido. El problema, es que esta dicha desde una lógica especista. Es decir, se está asignando mayor valor a los intereses tan superficiales de los/as tauropatas como es: la diversión, la “tradición”, el “arte” y la “cultura” a intereses tan profundos como es la vida, el deseo de sentir placer y alejarse del dolor que siente el toro. Se relega su opinión a un sub-plano, el toro no quiere ser perturbado en lo más mínimo, del mismo modo que ningún ser lo quiere, él no quiere asistir a un espectáculo de tortura y muerte al que no le han invitado. Se está violentando el principio de igualdad, que plantea que en la medida en la que un ser es capaz de sentir, se debe, respetar sus derechos básicos e inherentes a una vida sin sufrimiento; por lo tanto asignar consideraciones morales. Cuando se viola este principio con excusas como la “tradición”, y sobre todo por el hecho de que el toro no pertenece a la especie privilegiada: animal-humano, se cae en un prejuicio llamado especismo. Para aclarar este tema, nos preguntamos: se utilizarán las mismas excusas para torturar a un/a niño/a ? La respuesta de la mayoría de personas sería que NO, ninguna excusa es válida a la hora de violentar a alguien. Pero, porqué sí lo es, cuando el ser violentado no pertenece a la especie humana ? Traspolando los argumentos taurinos bajo una lógica anti-especista serían: respeten mi derecho a ver torturar a un/a niño/a, el que no quiere ir que no vaya; si dejamos de torturar a los/as niños/as tendremos que dejar de criarlos, y se extinguirán; es una tradición que, históricamente, ha sido identidad de nuestra cultura, respeten que tradicionalmente se torture a los/las niños/as como muestra de arte; si no conocen la cultura de tortura a los/las niños/as no critiquen, primero infórmense; muchas personas se quedaran sin trabajo si dejamos de violar niños/as. Suena ridículo, cierto ? Es por eso, que rechazamos la corridas de toros, porque del mismo modo que no hay justificación para torturar a un/a niño/a no lo hay para torturar a un toro: los dos seres son mamíferos (el/la niño/a y el toro) por lo tanto tienen un sistema nervioso central que les permite sentir dolor, emociones básicas que les permite sentir miedo, angustia y pánico; y los dos tienen consciencia. La única diferencia es que el toro nació toro, y no niño o niña.

            La tauromafía no solo afecta, directamente, a la vida del toro, sino también al equilibrio psíquico de los/las niños/as. Es por eso que, el conocimiento científico sobre los riesgos de exponer a niños al maltrato animal y la creciente sensibilidad social sobre la necesidad de proteger al menor de edad de la violencia hacia animales, especialmente aquella que es cometida o aplaudida delante de los niños por sus referentes adultos, ha favorecido que, en la última década, muchos gobiernos hayan dado pasos para aprobar o reforzar medidas legislativas relativas a la protección del niño frente a la violencia contra los animales que se da en determinados espectáculos. La Organización para las Naciones Unidas (ONU), a través del Comité de los Derechos del Niño, órgano integrado por 18 expertos de varios países, se ha pronunciado de forma expresa en contra de que los niños, niñas y adolescentes participen o asistan a corridas de toros y otros eventos tauromáquicos. Estas observaciones del Comité fueron dirigidas a Portugal (05/02/2014) y a Colombia (04/02/2015), tras el examen del informe presentado por estos países para dar cuenta de las medidas adoptadas para proteger a la infancia en virtud de la Convención de los Derechos del Niño. En sus observaciones finales, la ONU insta además a que estos países emprendan campañas para informar sobre “la violencia física y mental asociada a la tauromaquia y su impacto en los niños”. En marzo de 2015, la organización Amnistía Internacional, movimiento global presente en más de 150 países y cuyo objetivo es realizar labores de investigación, así como emprender acciones para impedir abusos contra los derechos humanos, publicó, desde su sede en Portugal, un comunicado instando al gobierno de este país a respetar la Convención de los Derechos del Niño y la obligación de frenar la presencia y participación de menores en eventos de tauromaquia en Portugal.

            A continuación, explicaremos un, breve pero contundente análisis psicológico del porqué exponer a los/las niños/as ha espectáculos violentos, es una agresión directa y vulnerabilidad a los derechos del niño. Un/a niño/a tiene valores inherentes a la condición humana: compasión, no violencia, amor y relación con el otro, y empatía. Todos estos valores son adaptativos para generar vínculos, y mediante una red de apoyo social lograr un desarrollo socio-emocionalmente estable. Pero, cuando un/a niño/a esta expuesto en su entorno a un ambiente violento en donde se valida y refuerza ciertas actitudes y comportamientos que van en contra de estos valores. El/la niño/a sufre una suerte de disonancia cognitiva lo cual devela en un conflicto intra-psíquico entre lo que el/la niño/a, naturalmente, siente (respeto y amor a la vida), y lo que sus padres le muestran (tortura y asesinato enmascarado en cultura). En ese momento, el/la niño/a tiene que integrar los valores familiares para resolver el conflicto. Por lo que, en ese instante se ha naturalizado en él, la violencia. Extirpando su capacidad de empatía y compasión. Sus padres negligentes, mediante la exposición gradual y reforzamiento constante a la violencia, han producido un distanciamiento emocional (adaptativo como ya se mencionó) entre el/la niño y el animal torturado. Posteriormente, analizaremos los criterios diagnósticos del trastorno de personalidad anti-social con la tauropatía, y veremos cómo encaja dentro de este trastorno.

Discursivamente, el tauropata dice “me gustan los toros”, del mismo modo que el pedófilo dice amar a la víctima que viola. Esa relación patológica en dónde el perpetrador dice amar a su víctima cuando realmente la tortura y lastima devela el carácter irracional del tauricida. A propósito de la tauromafía o psicopatía adquirida, planteo esta analogía por que los síntomas que presenta el taurino son similares a los de un sociópata: no muestran remordimiento ni culpa, anestesia emocional frente a la víctima (en este caso el toro), des-individualizan o cosifican a la víctima. No asumen su responsabilidad, los asesinos seriales o particularmente los pedófilos plantean su difusión de responsabilidad alegando que la víctima se lo buscó. En paralelo, los tauropatas plantean que dado que el toro es bravo es legítimo y de hecho es un honor para el toro ser torturado.

Juan José Ponce, ADLA




Anexos:

Menores de edad y tauromaquia: observaciones y textos de expertos Marzo, 2015


            

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