Animales

Reflexiones animalistas desde el sur

Este texto es un pequeño agregado de reflexiones y pensamientos sueltos sobre la liberación animal, el abolicionismo legalista y el abolicionismo radical, sobre la liberación total y sobre la hermandad de las sub-alternidades ya tratada abundantemente en lo relacionado al ecologismo, al obrerismo, al feminismo, a los movimientos de reivindicación étnica, pero no tanto en lo relacionado a la liberación animal. Una excepción es el esmerado trabajo de los compañerxs anarkistas de España y de otras latitudes que han reflexionado sobre el vínculo entre la liberación animal y la revolución social.
Pero en general, para nuestro pesar y para mayor dificultad de nuestra labor reflexiva y propositiva, no se ha tratado mucho este asunto con una mirada desde los subalternos históricamente más silenciados y ocultados. No se ha tratado con una mirada desde la periferia, desde los márgenes, porque usualmente el animalismo en general y al igual que muchos ecologismos no se ha planteado desde los márgenes, sino desde aquellos que del margen se alejan para acercarse al centro. Aquellos que viven o pretenden vivir la exquisitez de la modernidad, de los bienes de la alta cultura “mundial”, en sus pequeñas chozas de barro y paja. No hay peor subalternx que aquel/aquella que mira a su semejante como quien mira hacia el piso, y este es el caso de muchxs animalistas en el ecuador y en otros países periféricos y marginales, sobre todo de aquellos que viven en las grandes ciudades y llevan estilos de vida de clase media alta.
La modernidad tal y como la cuenta y la festeja occidente no existe en países como el nuestro y eso es algo por lo que debemos estar agradecidos con nuestra historia. Pueblos como los Shuar o los Wao no solo resistieron a la invasión Inca y a la conquista y colonización española, sino que en el caso de los pueblos que actualmente se encuentran en aislamiento voluntario en la Amazonía, sector que nuestro actual presidente Rafael Correa Delgado quiere destruir con la explotación petrolera, ellxs siguen resistiendo, siguen luchando y defendiendo su modo de vida, defendiendo la naturaleza y la validez de alternativas a la modernidad-occidental-capitalista.

Es por esto que reconocemos la necesidad de ponernos a trabajar arduamente para proponer y llevar a la práctica un animalismo distinto, un animalismo que no sea colonial, que no sea violento ni material ni simbólicamente con nuestros pueblos indígenas, con nuestras comunidades campesinas, con nuestros barrios, con los modos de vida tradicional y ancestral de muchxs de nosotrxs y que tampoco sea violento con la clase trabajadora. Esto es, entender que mientras el animalismo siga planteándose como enfrentado u opuesto a los intereses y al horizonte político de otros movimientos, no solo seguiremos aislados e impotentes, débiles, sino que en muchos lugares donde otrxs subalternxs pudieran ser nuestrxs aliadxs, serán nuestrxs enemigxs y eso no sólo es malo para nosotrxs y para los animales, sino también para ellxs.
La crítica a la modernidad, al capitalismo, a la razón instrumental y al discurso racionalista-cientificista ha sido parte de la tradición teórica marxista tardía y del posmarxismo, pero sus máximas expresiones y las más radicales han partido desde el animalismo abolicionista y desde el ecologismo revolucionario. Esta enorme riqueza de la reflexión, la crítica y la acción directa tan valiosa para los movimientos sociales de liberación y de resistencia se pierde si estos movimientos nos siguen viendo como jóvenes burgueses o pequeño-burgueses desocupadxs, sin ninguna relación con la violenta materialidad de la supervivencia de la clase trabajadora, de lxs campesinxs, de lxs indígenas y de las diversidad sexo-genéricas. Se hegemonizará el discurso manipulador de nuestro presidente al referirse a todxs aquellxs que luchamos por la defensa del Yasuní como “gringxs panza llena”. Nosotrxs no somos gringxs ni tenemos la panza llena, es cierto, pero muchxs animalistas y ecologistas aunque no lo sean hablan o actúan como si quisieran serlo, o hablan desde una mirada y discurso que les corresponde a lxs “gringxs panza llena”. Esto no es una acusación a organizaciones como Yasunidos, faltaba más, pero es una crítica al “mainstream” del movimiento ecologista y animalista en el ecuador y en otros países periféricos.


El animalismo es muchísimo más rico y más radical y poderoso para la transformación social y civilizatoria que lo que pueden ofrecer un grupo de niñxs pequeño-burgueses protestando porque un “perrito” o un “gatito” son maltratados. Activistas pidiendo penas de cárcel, pidiendo hasta pena de muerte, altísimas multas económicas y demás sanciones a lxs maltratadorxs, pero que no se preguntan ni como desbaratar a KFC, a McDonald’s, a las grandes compañías de trata de animales de compañía, a lxs grandes criadorxs, a Pronaca…
El animalismo no puede reducirse a un conjunto de reivindicaciones tan irrelevantes y funcionales a la permanencia de las estructuras que reproducen el especismo y el antropocentrismo en las escuelas, en los colegios, en la prensa, en la radio, en la televisión, en la publicidad, en las formas de hacer política desde arriba, en las formas de hacer política desde abajo, en las formas de resistir y de luchar por la vida. El mundo burgués y sus formas políticas y sociales están hace rato colapsadas, la economía sigue obstinadamente la misma dirección que se plantearon lxs economistas de la era clásica a pesar de que la contaminación y la destrucción de los ecosistemas ha alcanzado ya niveles abominables y aberrantes. Y ante todo esto, el movimiento animalista no logra entender lo imperioso de la situación. No logra salir de su posición cómoda de rescatistas o promotores del veganismo. No abandona su ser configurado desde la modernidad urbana occidental, es a través de su “activismo” un agente de la colonialidad a la que han estado sometidos nuestros pueblos durante 500 años.
Y por supuesto, la liberación animal es inconcebible, inviable, imposible sino se derrocan las estructuras sociales, políticas y económicas del capitalismo y la modernidad. Si el ser humano no se reconfigura a sí mismo para dejar de existir como un ser dislocado del mundo, radicalmente opuesto a la naturaleza la liberación animal es imposible. El ser humano es el responsable de la esclavitud y la explotación de los animales no humanos y por ende la única forma en que estos animales sean liberados es que el ser humano revolucione sus formas de existir en el mundo o que se extinga. Y nosotrxs al menos, como herederxs de la tradición anticapitalista de lxs obrerxs, de los pueblos originarios, de las diversidades sexo-genéricas, no estamos de acuerdo con  la extinción de nuestra especie. Nosotrxs planteamos la extinción de la sociedad capitalista, de la civilización occidental, del patriarcado, del especismo, del antropocentrismo. Somos abolicionistas, no misántropxs.
Nuestrxs ancestrxs políticxs son lxs obrerxs anarkistas y comunistas del mundo modernizado a la fuerza, somos herederxs de la tradición de resistencia anti-occidental y anti-moderna de los pueblos originarios de la llamada América Latina y de todo el mundo no occidental y asumimos como nuestra  a la lucha de las mujeres, y con esto obviamente la lucha de los hombres y la de las diversidades sexo-genéricas contra toda forma de explotación, y marginación en el ámbito micro de la vida, en la cotidianidad que no es protagonista de las grandes obras épicas sobre la historia pero que es donde se juega la verdadera historia de la humanidad. En la sucesión o en la disrupción de los pequeños eventos que concebimos como triviales o corrientes es que se reproducen o se derrocan los esquemas perceptivos responsables de nuestra forma de existir en el mundo. Las revoluciones no se desenvuelven en las plazas ni en los palacios de gobierno, sino todos los días en todos los lugares en las miradas y en las palabras de los hombres y las mujeres, de lxs niñxs y lxs viejxs comunes y corrientes que hacemos que todo esto que llamamos sociedad pueda seguir siendo. No creemos en el cambio de las formas políticas, creemos, como decía el Che Guevara, en el nuevo hombre, es decir en el nuevo ser humano, que revolucione cada uno de los planos de su existencia para convertirse en un ser radicalmente poscapitalista y altermoderno. Un ser humano que re-conciba su propio lugar en el mundo con más modestia y humildad, que no se pretenda dueño o arquitecto del mundo.
Esto es lo que nos mueve a escribir estas páginas que esperamos sea de alguna ayuda a todx animalista que las lea. Las reflexiones que presentamos a continuación son una propuesta abierta y en proyecto, de ninguna manera está clausurada ni es algo hermético. La razón de exponerla a la comunidad animalista en una fase tan inacabada es precisamente porque confiamos en que sea la misma comunidad animalista quien la asuma como proyecto y la desarrolle ulteriormente. El saber, la crítica y los horizontes políticos siempre son colectivos, y mientras más colectivos y horizontales mejor.


Presupuestos epistemológicos del animalismo reformista en la periferia
Esto es un análisis de los dos presupuestos más importantes que encontramos en el discurso y en la actividad de las organizaciones animalistas más grandes y en otras no tan grandes pero igualmente alineadas a la tendencia hegemónica en el Ecuador. Tomando en consideración las coincidencias entre estos movimientos y otros similares en demás países periféricos asumimos que constituyen una misma tendencia. Señalamos que la distinción entre abolicionismo como orientación radical y revolucionaria (ALF-FLA) y el bienestarismo como orientación reformista y reaccionaria (PETA-HSUS) presente en el primer mundo no es posible en países periféricos como el nuestro, pues la orientación identificable como abolicionista radical no existe en el Ecuador y aquellas organizaciones o activistas que se denominan abolicionistas caen más bien dentro de la segunda categoría.
Progreso moral
1° El animalismo bienestarista y el abolicionista de la periferia (reformistas) presuponen que la liberación animal está contenida de manera inevitable en la trayectoria del perfeccionamiento de las formas de organización social y política de las sociedades de acuerdo a criterios morales superiores. La liberación animal es un asunto de despliegue del potencial de las sociedades nada más, y adicional a esto, la única forma concebible para esta es la universalización del veganismo. Este presupuesto es occidental y judeo-cristiano (colonizador) pues contiene una concepción lineal del tiempo y una representación de la historia como lineal ascendente, o como progreso unidireccional (como despliegue de un thelos, es decir una trayectoria con la finalidad de acercarnos hacia un estadio inevitable de perfección y bienestar absolutos). Este presupuesto es por un lado colonizador y por otro lado reaccionario e incompatible con la liberación humana.
2° Este Presupuesto es colonizador y etno-céntrico pues implica concebir que, dado que la historia se despliega inevitablemente en una única dirección determinada y destinada a un estadio superior, entonces las formas políticas y sociales hegemónicas (es decir las occidentales) serían las más perfectas y por lo tanto las únicas destinadas a existir en un futuro escenario de perfección social y moral. Si partimos de que el veganismo y la liberación animal solo son concebibles en un contexto de máximo perfeccionamiento social y mayor progreso moral, que se asocian a las sociedad occidentales cuyas características se proponen como meta de la historia, entonces las sociedades o propuestas civilizatorias alternativas a las occidentales estarían pues excluidas del marco de posibilidad de concebir o sostener la liberación animal o el veganismo. Esto nos lleva a que, tanto liberación animal como veganismo, al no poder concebirse desde otras epistemes distintas a las de occidente, en el caso de querer universalizarse requerirían un acto de violencia simbólica y material sobre los pueblos que no estén enmarcados por la trayectoria de despliegue o desarrollo de occidente.
Este presupuesto es liberal, burgués y reaccionario pues implica la despolitización del movimiento animalista al ignorar que la historia, las instituciones humanas y las formas de comprender al mundo y relacionarse con él son producto de una disputa de sentido en los discursos y en la materialidad de la vida, amparándose en la creencia de que el curso de la historia es único e inevitable. Al proponer la historia como una linealidad fatal y necesaria, como progreso lineal ascendente, no habría necesidad de organización política ni de disputa con los grupos detentores de los privilegios sociales cuyos intereses implican la esclavitud y explotación animal, humana y de toda la vida. Solo cabría actuar dentro del marco institucional, legal, discursivo y económico ya propuesto por la sociedad burguesa y esperar a que su natural y necesario despliegue nos lleve al estadio de posibilidad de la liberación animal.

Relación de superioridad y tutela
1° El animalismo bienestarista y el abolicionista de la periferia (reformistas) presuponen que la liberación animal (al ligarla únicamente a la universalización del veganismo) es un asunto de opción moral (y esta opción moral se ve como obligación o responsabilidad de la especie para con las demás especies animales). Cualquier opción moral, sin embargo, es posible solo en determinadas circunstancias de satisfacción de las propias necesidades y exigencias más básicas. Este presupuesto refuerza al anterior al implicar que la liberación animal necesariamente está ligada a un estadio superior de la existencia social y de progreso moral. Este estadio, sin embargo, no se limita a las formas sociales y políticas de un pueblo o una región, sino que también se transpone al ser humano como especie y como individuo. El ser humano (a diferencia de los animales no humanos, o de seres humanos “inferiores” como criminales, enfermxs mentales, sociópatas, etc.) está en capacidad de optar por el veganismo y de luchar por la liberación animal. Esto es, el ser humano está en posición de superioridad con respecto a los demás animales (y a otrxs semejantes suyos) y por ende, no solo tiene la posibilidad material sino la obligación moral de “proteger” a los animales no humanos y relacionarse con ellos mediante la compasión, es decir tutela. Este presupuesto es por un lado antropocéntrico y por otro lado elitista y excluyente.
2° Este presupuesto es antropocéntrico porque supone que el ser humano está en una posición de superioridad con respecto al resto de los animales y por ende puede y debe relacionarse a través de la compasión, la piedad, la protección, etc. Estas actitudes (que llamamos tutela) son típicas de la caridad o la beneficencia, es decir son actitudes ejercidas verticalmente desde arriba hacia abajo, de un ser superior, perfecto, abundante hacia un ser desdichado, pobre, inferior. Esta actitud de tutela no es compatible con el respeto pues la tutela es invasiva e implica relacionarnos con los animales de maneras que nosotrxs determinamos y accedemos según nuestras posibilidades como especie. La relación de respeto por el contrario implica la aceptación de la posibilidad de autodeterminación del/la otrx, es decir mirar a los animales como seres que merecen autonomía y libertad y tomar la decisión de cesar toda interferencia o determinación sobre ellos que se desprenda de nuestra creencia de superioridad. Adicionalmente la tutela excluye toda posibilidad de igualdad o de equidad: debido a que los animales no pueden optar por uno u otro  imperativos morales ellos y nosotrxs jamás podríamos establecer la máxima relación de equidad y respeto que es la solidaridad. El bienestarismo se detiene en la tutela cuando los ecosistemas nos dan a cada segundo maravillosos ejemplos de simbiosis.
3° Este presupuesto es elitista debido a que, partiendo de la opción moral y de situación de satisfacción de las necesidades y superioridad moral que permite ejecutarla, excluye a lxs seres humanos que tienen insatisfechas todas sus necesidades más imperiosas y a aquellxs humanos cuyas opciones morales podrían ser distintas o no compatibles. Concebir la liberación animal como patrimonio y monopolio de un conjunto de seres compasivxs, piadosxs, con una configuración moral casi perfecta, implica creer que: o estos seres se encuentran totalmente desligadxs de cualquier exigencia material para su supervivencia (son burgueses); o que estos individuos se encuentran predispuestxs a priorizar el bienestar de otras especies a su propio bienestar individual o al bienestar conjunto de su familia, barrio, pueblo o especie, es decir estos individuos serían unxs enfermxs mentales que padecerían un altruismo exacerbado que lxs haría tener una apreciación distorsionada de sus propias necesidades. De cualquier manera, queda excluida de este marco de personas que podrían acceder a la lucha por la liberación animal la gran mayoría de la población: campesinxs, trabajadorxs, pueblos no occidentales, poblaciones marginalizadas, etc. Este esquema bajo el cual la liberación animal apunta hacia una filantropía o caridad desinteresada y unilateral del ser humano hacia los animales no humanos también excluye al respeto, a la solidaridad y la reciprocidad del marco comprendido por la liberación animal, despreciándolos en favor de un tipo de relación vertical que reproduce el carácter inequitativo de las relaciones sociales en la sociedad burguesa.




Puntos a considerarse como marco categorial para un animalismo abolicionista-decolonial-anticapitalista
Especismo
El especismo es una estructura de pensamiento-acción, es decir un esquema de juicio práctico de aplicación universal (que se aplica para todas y cada una de las situaciones posibles de manera automática) que se caracteriza por 3 cosas: es antropocéntrico; alcanza su forma más aguda en la modernidad-capitalista-occidental; es bidimensional.
2° Cuando decimos que el especismo es antropocéntrico nos referimos a que se funda en los presupuesto de que el ser humano es “esencialmente distinto” a los demás animales, “sustancialmente superior” a los demás animales, y “moralmente más valioso” que los demás animales.
La consecuencia práctica de estos presupuestos es que el ser humano establece una relación con los animales no humanos que implica al menos 3 prácticas: el OCULTAMIENTO de la totalidad de sus características reales, es decir presenta y estudia solo unas pero deja de lado muchas otras; el APROVECHAMIENTO de ciertas características de los demás animales según intereses particulares de la especie humana, es decir que explora y explota las características que le son de interés práctico; el ENCUBRIMIENTO de las demás características bajo características humanas que se proyectan sobre las demás especies, es decir “se humaniza” o antropomorfiza a los demás animales negándoles su estatuto de “seres distintos”(explicaremos esto más adelante). El resultado es una RELACIÓN INSTRUMENTAL y una REALACIÓN INEQUITATIVA.
3° Cuando decimos que el especismo alcanza su forma más aguda en la MODERNIDAD-CAPITALISTA-OCCIDENTAL nos referimos que “antes”, “por fuera”, “en los márgenes” y “después” de las sociedades marcadas por la modernidad-capitalista-occidental, el especismo no es hegemónico. Es decir que las relaciones que el ser humano establece con los demás animales no están soportadas en los tres supuestos del especismo: el humano es distinto, el humano es mejor y el humano es más valioso, sino que tales relaciones tienden a abarcar 1, 2 o ninguno de los presupuestos. Esto es: las sociedades premodernas o altermodernas o transmodernas no son hegemónicamente especistas. Esto es así porque en tales sociedades el ser humano no está dislocado del mundo, está imposibilitado de alzarse como “sujeto” de la historia, del conocimiento, de la economía, etc. Por sobre los demás animales. El ser humano es parte de un todo.
También nos referimos a que, la MATRIZ INSTRUMENTAL de pensamiento que sostiene el desarrollo científico, técnico y tecnológico de las sociedades modernas comprende un tipo de relación: LA RELACIÓN INSTUMENTAL que implica OBJETUALIZAR al/la otrx, SUBORDINAR al/la otrx y DEGRADAR al/la otrx. Y cuando decimos “otrx” nos referimos a animales no humanos, a ecosistemas no humanamente creados (naturales), a mujeres, a niñxs, a ancianxs, a etnias no hegemónicas, a la clase trabajadora y a cualquier grupo en situación de alteridad-subalternidad. (Entiéndase como ciencias, técnicas y tecnologías no solo a las ciencias duras sino a la gestión, la administración, las tecnologías sociales, la economía, las políticas gubernamentales y sanitarias, el discurso médico científico, etc.) Esto es la modernidad entendida como instrumentalización.
Además nos referimos a que esta matriz de pensamiento-acción está sostenida en un nivel práctico, material y cotidiano por relaciones sociales de producción (interacción económica entre personas) que tiende a maximizar la taza de ganancia, tiende a reproducir la vida material mediante el intercambio de MERCANCÍAS (bienes estimados según su valor de cambio y no según su valor práctico), tiende a la extorsión de la plusvalía (robo del valor sobrante del trabajo del/la trabajador/a para subvencionar la inactividad del/la patrón/a o propietarix de los medios de producción) y tiende a sobreponer todas estas intenciones subjetivas (propósitos) a la viabilidad real del modelo global (es decir es irracional). Esto es el capitalismo entendido como mercantilización de la vida y explotador de la vida (no solo se extrae plusvalía del trabajador sino de toda forma de vida animal o vegetal).
Por último nos referimos al especismo como asociado en su etapa más aguda a “occidente”, entendiendo que es precisamente occidente y sus esquemas de pensamiento basados en el JUDEO-CRISTIANISMO los responsables de engendrar el esquema de pensamiento-acción o matriz instrumental (entiéndase como esquemas occidentales a la antropología filosófica judeo-cristiana, ontología judeocristiana, concepción del tiempo lineal y teleología judeocristiana y pensamiento escatológico).
Con todo esto nos referimos a que el especismo en sus dimensiones actuales, así como la posibilidad de liquidarlo de manera definitiva y para siempre, solo son posibles en una sociedad moderna-capitalista-occidental.
4° Cuando decimos que el especismo es bidimensional queremos decir que tiene un plano material y un plano simbólico. Con plano material nos referimos a un conjunto de acciones prácticas, de dinámicas que sostienen la vida material del ser humano como la dieta, el trabajo, la vestimenta, etc. Con plano simbólico nos referimos al contenido de estas prácticas y a la forma en que estas crean sentido, es decir cómo van conformando y reforzando todos los días nuestros esquemas de pensamiento que permiten las prácticas. Ambas dimensiones son indisolubles. (Explicación más adelante)





Para un animalismo abolicionista-decolonial-anticapitalista

Cuando los dominados aplican a lo que les domina unos esquemas que son el producto de la dominación, o, en otras palabras, cuando sus pensamientos y sus percepciones están estructurados de acuerdo con las propias estructuras de la relación de dominación que se les ha impuesto, sus actos de conocimiento son, inevitablemente, unos actos de reconocimiento, de sumisión. Pero por estrecha que sea la correspondencia entre las realidades o los procesos del mundo natural y los principios de visión y de división que se les aplican, siempre queda lugar para una lucha cognitiva a propósito del sentido de las cosas del mundo…”

                                                                                             
                                                                                                                      Pierre Bourdieu


"Lo que hace que el poder se sostenga, que sea aceptado, es sencillamente que no pesa solo como potencia que dice no, sino que cala de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos; hay que considerarlo como una red productiva que pasa a través de todo el cuerpo social en lugar de como una instancia negativa que tiene por función reprimir"... es algo mas que prohibir: es gobernar; es decir, estar en la capacidad de estructurar el campo de acción eventual de los otros...”


Michel Foucault


“Foucault habló de un poder "pastoral", que logra ejercer la labor de conducción espiritual de los individuos, porque establece y fija las estructuras y canales sociales de producción de la subjetividad humana. Osea un "régimen de verdad"... el objetivo para Foucault, es el de develar la esencia de la "política de verdad" del sistema capitalista, como fundamento de la pervivencia de su dominación. El corolario es claro: la eliminación de la dominación capitalista tiene que implicar la radical subversión de su "política de verdad", la creación de otra esencialmente diferente. Así de simple y así de complicado.”

                                                                                                        Jorge Luis Acanda



La forma en que el/la dominante justifica su dominación sobre un/a otrx, la reproduce todos los días y la asegura mediante las instituciones que perennizan el actual estado de las cosas en la sociedad empieza con la diferencia. La diferencia entre hombre y mujer, entre niño y adulto, entre caucásico y runa, entre animal humano y animal no humano. Estas diferencias existen objetivamente, es decir, por más que uno quiera negarlas u ocultarlas, ellas siguen ahí, existen sin importar nuestra voluntad y nuestras construcciones discursivas. Los animales están dotados de formas de entender y relacionarse con el mundo que son realmente distintas a la nuestra. Claro, no son sustancialmente distintas si consideramos que el discurso racionalista-cientificista ha hegemonizado una única forma de relación con el mundo: la representación simbólica con arreglo a fines operativos (la razón instrumental), dejando de lado todas las posibles formas de relación con el mundo en que humanxs y no humanos nos parecemos. Pero aquí y ahora, existen diferencias abismales entre los animales no humanos y nosotrxs.
Pero la diferencia objetiva entre un/a “unx” y un/a “otrx”, entendida como estado previo a la cultura, al lenguaje o al discurso, está vacía de sentido, es decir que tal diferencia no implica por defecto una carga valorativa de ninguna de las partes ni justifica o explica una relación jerárquica de poder o una relación de dominación. Las relaciones de dominación siempre parten de la diferencia pero nunca son naturales, son construcciones sociales que obedecen a intereses concretos y particulares del grupo, género, etnia o especie ubicado por encima de los demás en la relación de poder que establece con lxs demás. Es así como podemos reconocer un origen histórico concreto para el especismo, para el patriarcado, para el capitalismo y para el colonialismo. Y por supuesto, podemos reconocer intereses particulares muy claros detrás de cada una de estas formas de dominación, podemos reconocer las estructuras específicas que sostienen la dominación y los grupos a quienes beneficia la dominación y cuyos intereses configuran las estructuras de las que hablamos. La dominación de ninguna manera es natural, espontanea, ahistórica o ingenua.
Tal relación de dominación se vale de esquemas de visión y división, es decir de maneras de ver el mundo y de dividirlo en categorías a las que se les asigna valor moral, un conjunto de expectativas sobre su comportamiento y un conjunto de certezas sobre su naturaleza. A la diferencia es imposible asociarle de manera natural o esencialista alguno de estos elementos pues cada uno de ellos tiene un carácter histórico y político que cambia con el tiempo y a través de luchas dentro de las relaciones de poder. La organización vigente de tales relaciones se vale de estas diferencias objetivamente existentes para justificar su contenido de inequidad y privilegio (es decir, la diferencia objetiva se vuelve pretexto y soporte de la construcción discursiva que a su vez es soporte y bastión de la división jerárquica de las relaciones objetivas, esto es un comportamiento dialéctico entre realidad objetiva de la dominación y realidad subjetiva de la dominación).
Cada vez que un portador-productor de un esquema perceptivo actúa en base a tal esquema para relacionarse de manera operativa con el mundo (con las demás personas, seres vivos y cosas) y logra realizar sus fines al momento de la interacción está afirmando la correspondencia entre sus estructuras cognitivas formadas por tales esquemas y las estructuras de organización del mundo. Esto significa que cada vez que alguien actúa presuponiendo que el mundo es de una forma y acierta, refuerza la validez del esquema del que parte para actuar, o sea lo naturaliza. Pero esto no significa que las estructuras cognitivas humanas tengan algún tipo de correspondencia trascendental o esencial con el mundo: nuestra forma de pensar no puede abarcar de manera acertada y permanente el comportamiento de las cosas, de la vida o de nosotrxs mismxs. Por eso decimos que el pensamiento no abarca la realidad. Lo que sucede es que, por motivos de defensa de la hegemonía de determinado grupo que detenta los privilegios en una relación de poder, se configuran una serie de instituciones destinadas a organizar las relaciones sociales y al mundo en general en base a consensos y acuerdos implícitos y automáticos de los cuales no somos conscientes pero según los cuales actuamos. Estas instituciones, entonces, funcionan haciendo que las posibilidades de nuestra acción en el mundo se limiten a un marco funcional para el grupo dominante y coherente con el sistema de presupuestos que configuran nuestros esquemas de percepción del mundo. Esto significa que tales instituciones “hacen aparecer” al mundo y a nosotrxs mismxs según un marco preestablecido de imágenes que nos hacen pensar que el mundo “es así” de manera natural o inevitable.
Cada vez que actuamos en el mundo sin reflexionar sobre los esquemas de los que partimos y sus consecuencias prácticas dentro de las relaciones de poder-dominación en las que nos desenvolvemos somos cómplices de la reproducción y perpetuación de tales relaciones. Una persona que no se cuestiona sobre las consecuencias de lo que hace, es ignorante de la forma en que las instituciones y aparatos ideológicos la sujetan y obligan a actuar de una manera determinada (a veces para reproducir la misma dominación de la que unx es víctima). Pero las instituciones no actúan de manera sobrenatural o mágica sobre nosotrxs sino a través de la formulación de estos esquemas que existen como “estructuras de percepción” expresadas en el discurso, es decir cada vez que alguien se refiere a algo. Cada vez que una persona intenta relacionarse con algo tiene que actuar en base a un expectativa de comportamiento de ese “algo”, y esta expectativa se configura durante la interacción con otras personas que también son portadorxs-productorxs de los esquemas mencionados.
Pero, volvamos a la diferencia. Dijimos que todas las formas de dominación y opresión empiezan en la diferencia, en ella eligen su justificación y por ella se sostienen. Es por esto que la diferencia es el punto central de análisis para hacer frente a las formas de dominación y opresión. Uno de los caminos que han tomado  los movimientos de resistencia y de liberación social en sus distintas vertientes: feminismo, movimientos LGBTI, de liberación nacional, de reivindicación-liberación étnica, etc. Ha sido ocultar o trivializar la diferencia. Estos movimientos pretenden que las diferencias por las cuales son marginados por un grupo central y hegemónico no son diferencias sustanciales, sino diferencias secundarias, o no tan importantes. En consecuencia las feministas blancas liberales intentaron y siguen intentando masculinizarse para disputarse con los hombres lugares y posiciones de poder dentro de las mismas instituciones, códigos y normas que sostienen el modelo de Estado-Nación moderno. Es decir aceptan masculinizarse para competir con los hombres dentro de un marco patriarcal creado por hombres para la dominación de las mujeres. Esto no tiene ningún sentido más allá de la comodidad que brinda para las pocas mujeres que logran insertarse en espacios de poder pero no atenta de ninguna forma contra la estructura global de dominación.
Lo mismo pasa para lxs LGBTI que no logran dimensionar el potencial revolucionario de su existencia frente al modelo tradicional de familia burguesa, prototipo de familia (papá, mamá, hijxs, agrupados por una unión cerrada, monógama y continua) y en lugar de afirmarse “en la diferencia” frente a tal modelo, piden a gritos poder acceder al matrimonio, una institución burguesa y patriarcal diseñada para reproducir la partición binaria del género que ellxs superan y desafían. Esto tampoco tiene ningún sentido más allá del momentáneo acceso a ciertos privilegios de inclusión para unxs pocxs LGBTI que bajan la cabeza y aceptan reproducir el mismo modelo de familia que los persiguió y condenó durante siglos.
Otro caso similar es el de lxs afro-estadounidenses del movimiento por los derechos civiles (tendencia de Martin Luther King, en contraposición al nacionalismo negro de Malcolm X) o el del partido político Pachakutik en el Ecuador en contraposición a la combativa CONAIE de los 90s. Los grupos étnicos a los que nos referimos fueron y siguen siendo oprimidos por lxs blancxs y por lxs mestizxs durante siglos. Han sido excluidxs de todo tipo de oportunidad de participación dentro del Estado, dentro de la economía (a no ser que sean sobreexplotadxs), dentro de la producción de la cultura oficial, etc. Y la razón de esta exclusión es que sus cosmovisiones eran opuestas e incompatibles con la modernidad-capitalista-occidental. Pero estos movimientos (en sus tendencias señaladas) en lugar de afirmarse en esta diferencia desafiante a la hegemonía blanca y occidental, muchas veces en la primera oportunidad se arrodillan, suplican y colaboran con los grupos hegemónicos por unas pocas migajas de poder en las instancias occidentales y liberales de representación política. Sí, ahora Estados Unidos tiene como presidente a un negro, y sí, ahora Bolivia tiene como presidente a un runa. Pero justo ahora lxs negrxs en Estados Unidos están volviendo a vivir una oleada de odio y de criminalización por parte de la policía y la sociedad civil, y justo ahora Bolivia se inserta en formas más agresivas y colonizadoras de economía que implican procesos extractivistas muy violentos con la naturaleza, es decir, un runa gobierna afirmando la colonialidad de occidente sobre su propio pueblo.


En el caso animalista, pues, no logramos entender el valor de la diferencia que presuponen otras especies animales. No logramos plantearnos el respeto, la igual consideración o valuación moral a pesar de la diferencia. Necesitamos armarnos de pretextos como la sintiencia o la conciencia para justificar ese respeto que deberían tener todas las formas de vida independientemente de cuanto se parezcan a nosotrxs. Esto significa que en lugar de aceptar el desafío de cuestionar el valor absoluto que hemos otorgado desde el discurso de la hiperracionalización del mundo al ser humano como “opuesto” a los animales, lo que estamos haciendo es “humanizar” a los animales (subirlos a nuestra posición, asumiendo que estamos en una posición superior) para extenderles un conjunto de derechos, de reconocimientos que son creados por humanos y para humanos. Luchamos para que los animales sean considerados sujetos de derechos (a pesar de que los animales existen por fuera y merecen existir sin ser afectados por nuestras estructuras sociales, incluido el discurso jurídico).
La diferencia que existe entre los animales humanos y no humanos existe, objetivamente ellos no son como nosotrxs, pero a pesar de eso seguimos humanizándolos para poder tratarlos como iguales. ¿Por qué no podemos tratar con igual consideración a alguien y seguir reconociéndole su estatus de “otrx”, de “ser diferente” a nosotrxs? Pues la respuesta es que seguimos hablando desde la modernidad-capitalista-occidental-colonial. Nuestros esquemas éticos con los que pretendemos liberar a los animales son profundamente coloniales, es decir blancxs-liberales-occidentales, y por ende son profundamente antropocéntricos. Un animalismo antropocéntrico es un oxímoron, una contradicción, una paradoja que no va a ninguna parte. Para emancipar a los animales, en lugar de humanizar a algunos de ellos, deberíamos asumir el desafío de animalizarnos un poco a nosotrxs mismxs, y el inicio de esa animalización es dejar de endiosar el discurso científico hiperracionalista responsable de ubicar la sintiencia y la consciencia como únicos criterios para la valuación moral en lugar de simplemente respetar la vida.
Así como no tiene ningún sentido el hecho de que las mujeres intenten liberarse masculinizándose, o lxs negrxs e indígenas intenten liberarse blanqueándose, o que lxs LGBTI intenten liberarse re-binarizándose según la heternormatividad, así mismo no tiene ningún sentido que intentemos liberar a los animales no humanos humanizándolos. Simplemente es ridículo, pero nosotros seguimos haciéndolo. Seguimos haciendo leyes para el bienestar animal (sujetando su destino al destino de nuestras instituciones jurídicas, es decir usando su supuesto “bienestar” inmediato y material como pretexto y soporte de formas jurídicas que los siguen oprimiendo y determinando); seguimos partiendo del presupuesto de que nuestra sociedad contiene de manera potencial las formas más perfectas de organización política y social según criterios éticos superiores y destinados a materializarse algún día. Esta premisa (el inevitable progreso moral de la civilización occidental) no aguanta ningún tipo de análisis. Occidente llegó a su pico moral en los 60s (y solo para los países centrales, a los países periféricos nunca nos han llegado sus progresos morales) a partir de esa época vivimos un declive progresivo, una decadencia absoluta de las formas occidentales de relacionarse con el mundo y entre nosotrxs.
Simplemente occidente se está pudriendo, y nosotrxs en lugar de aceptar el regalo de los animales no humanos: la animalización (la reconciliación con la esfera emocional-instintiva-irracional de la vida) los arrastramos dentro de nuestras formas decadentes y opresoras de organización de la vida para que se pudran con nosotrxs. Esto no tiene ningún sentido y la única explicación que se puede encontrar para este comportamiento irreflexivo es su operatividad. Aceptémoslo; una ley de bienestar animal, una ordenanza, un reglamento, un decreto, etc; son prácticos, son operativos y funcionan, en un corto plazo, en una esfera limitada de acción brindan amparo y protección a los animales. Pero el principal problema de todo movimiento de emancipación es el “corto-plazismo” o “inmediatismo” en la planificación de la acción. Luchar por reivindicaciones puntuales y rechazar el plan de la abolición total de la esclavitud y la explotación animal es igual que exigir que nuestrxs hijxs sean educadxs en las mismas aulas que lxs hijxs de lxs sujetxs que quemaron nuestra casa y mataron a nuestrxs demás hijxs, es igual que exigir que nuestrxs hijxs puedan ir a la misma universidad en donde estudian administración lxs nietxs de lxs hacendadxs y latifundistas que esclavizaron a nuestrxs abuelxs en sus propias tierras arrebatadas a punta de bala. 


Sí, de manera inmediata, mis hijxs podrán ir a la escuela, o a la universidad. Pero ¿para qué? La escuela o la universidad no van a cambiar porque mis hijxs o nietxs vayan a estudiar ahí. Por el contrario, son mis hijxs y nietxs quienes cambiarán para rechazar su cosmovisión ancestral y desafiante e incorporar como propias unas estructuras mentales y culturales ajenas y que justificaron mi esclavitud y la de mis padres. De manera inmediata los animales no humanos contarán con protección legal, pero ¿para qué? Para, en lugar de vivir en libertad más allá de nuestras instituciones, vivir sujetados por una ordenanza. Examinados, clasificados, etiquetados, eutanasiados. Determinados por nosotrxs, según nuestros criterios, según nuestros alcances morales, según nuestros intereses de especie, según las necesidades de nuestras economías violentas. Esta estupidez solo se justifica por un encubierto miedo a desprenderse de las formas sociales y políticas decadentes en las que vivimos. No aceptar su incapacidad para asegurar y garantizar el bienestar y la libertad de toda la vida. La respuesta no es una ley de bienestar animal, es trabajar todxs y cada uno de los días en cada espacio para que cada grupo humano oprimido entienda la opresión de los animales y entienda la profunda hermandad que nos une a lxs dominadxs y oprimidxs.
Esto no produce resultados inmediatos como los efectos de una ordenanza o de una ley, pero esta estrategia, esta propuesta es coherente y solidaria con las demás luchas de liberación. Y lo más importante, a largo plazo, más allá de la inmediatez de nuestra miopía política, trabaja por la liberación animal en la dirección correcta: la ABOLICIÓN TOTAL. Ser radical significa ir a la raíz del problema, significa no quedarse en la superficie del problema ni en la comodidad del colaboracionismo. Significa tener el valor de asumir los desafíos tal como son, así, difíciles, largos, desgastantes, y no como a unx le gustaría que fueran. Y bueno, si de verdad nos pican las manos y los pies por hacer algo aquí y ahora por los animales, de trabajar y luchar por ellos logrando resultados de manera inmediata, recordemos que más digno que “ensuciarnos” colaborando con las instituciones opresoras, es ir a la ferretería, comprar una cizalla, unos guantes, ponerse un pasamontañas y hacer un poco de acción directa aquí y ahora, con resultados profundos e inmediatos por los animales. Claro, siempre es más fácil y más cómodo mandar un tuit, dar un like, tomarse una foto sosteniendo un papel con un hashtag o poniendo como foto de perfil en el Facebook el logo de una ley sancionadora.


¿Por qué no sujetos de derechos? Humanizar vs. Animalizarse
Está de moda en el Ecuador la pugna que llevan los colectivos animalistas más representativos por la aprobación de la ley LOBA, Ley Orgánica de Bienestar Animal. Es simplemente un fenómeno que ha levantado mucho revuelo, ya por su exitosa campaña en redes sociales, ya por su producción visual, su estética muy exitosa también, inclusive por el caso de Atena, una perra pitbull que hasta fue a juicio por haber matado a un niño de dos años al morderlo en el cuello. Lo cierto es que LOBA y sus defensorxs (los denominados colectivos LOBA) están convirtiéndose en el paradigma del movimiento animalista en el Ecuador desplazando incluso la importancia histórica del movimiento anti-taurino y están inspirando a muchos alrededor del mundo.
Pero ¿es esto lo mejor para el movimiento animalista en países como el nuestro? Y más importante aún, ¿es la LOBA y la dirección que está tomando el movimiento animalista de nuestro país lo mejor para los animales? Estas preguntas son difíciles de contestar pero reflexionar sobre esto es fundamental para plantear un problema que considero fundamental: la prolongación de las líneas de control y dominación como mecanismos o estrategias para la emancipación. Esta dirección que está tomando el movimiento animalista en el Ecuador en sus albores como movimiento organizado y más o menos unificado ¿es realmente deseable? ¿Representa una ruptura con las modos de producción de las subjetividades bajo el discurso jurídico y su función normalizante, excluyente, represora?
El problema que a continuación queremos plantear contiene una propuesta entre líneas, y es la propuesta de una dirección distinta para el movimiento animalista no solo del Ecuador sino de todo el mundo. No pretende proyectarse como una solución última o como una receta acabada o válida de manera universal. De hecho, creo firmemente que parte del sur, es decir de las periferias y marginalidades, de un pensamiento marginal y periférico, y por ende su validez es mayor o más comprensible si se mira bajo la luz de los márgenes. Estoy convencido de que el movimiento animalista debe plantearse este tipo de reflexiones si está dispuesto a embarcarse en el proyecto de salir de su reducidísimo lugar en el universo de movimientos y organizaciones y volverse parte de procesos más grandes que la promoción del bienestar animal o del veganismo.
El poder no es algo que reside en un lugar o que es poseído por alguien. El poder es una dimensión inherente a las relaciones sociales, es un plano en el que se contraponen intereses y opciones o visiones distintas de cómo deberían suceder las cosas, y al final es una de aquellas que están contrapuestas la que triunfa. Claro, esto no es nunca absoluto porque para que haya una relación de poder tiene que haber un juego, es decir, el curso de las cosas no puede estar dado de antemano sino que debe ser posible configurarlo y reconfigurarlo sobre la marcha. En el momento en que en una situación de conflicto, el resultado final ya está totalmente sellado de antemano no hay poder sino dominación. Y aún esta denominación nunca es total porque por más que una de las partes siempre prevalezca sobre las demás, nunca prevalece de la forma en que quisiera de manera ideal. La parte dominada o sometida siempre encuentra la forma de tener agencia sobre su propio destino, de influir aunque sea mínimamente en el curso de la relación y de determinarla de alguna forma.
Esto que parece una afirmación de la teoría del poder totalmente alejada de lo que nos atañe en este artículo es precisamente el meollo de nuestro asunto. Lxs animalistas parten de una premisa básica: los animales son sujetos pasivos, insuficientes por sí mismos, es decir dependientes y cuyas necesidades fundamentales implican la protección, la tutela, la compasión, y demás prácticas altruistas por parte de nosotros. Esa lógica que encuentra su equivalente ecologista en el conservacionismo no ha recibido una denominación propia porque constituye casi “la totalidad” de las aproximaciones animalistas. Esto es sorprendente porque el animalismo es extremadamente diverso y complejo, y sus manifestaciones van desde grupos que promueven dietas y grupos de voluntarios hasta grupos de “terroristas” y grupos anti-civilizatorios. Pero la mayoría de estos grupos tienen un presupuesto que es uno de los dos presupuestos fundamentales del animalismo reformista que analizo en otro texto. El presupuesto de superioridad humana y relación de tutela.
Utilizo el término “tutela” porque quiero dar cuenta de una relación en la que el ser humano decide que está en capacidad de dar o de favorecer con su intervención a otros seres, en este caso animales no humanos. Esta decisión parte de la creencia de que el ser humano está en posibilidad de hacer algo con respecto a los animales que estos mismos animales no pueden hacer con respecto a nosotrxs. “El ser humano tiene la obligación moral de proteger el medio ambiente y procurar el bienestar y las cinco libertades básicas a todos los animales, o al menos no interferir negativamente sobre éstas”. Esto, no textual sino más o menos dicho de la misma forma, es una especie de mantra inscrito en lo más profundo de las cabezas de todxs lxs animalistas que he conocido. Constituye el axioma más importante de todos los esquemas de juicio moral y práctico de todo el animalismo (excepto por algunas variantes anarkistas). Lxs animalistas, pues, presuponen que el ser humano está en una posición privilegiada en el mundo y que dicha posición no solo implica beneficios y comodidades sino también obligaciones y responsabilidad para con el resto del mundo. En este sentido casi todo el animalismo es occidental, etnocéntrico y liberal. Incluso pro-capitalista.
Ahora, bueno… ¿cuál es el problema de creer que los animales son menos o inferiores que nosotrxs si eso nos obliga a cuidarlos y a tratarlos bien? Pues el problema es el mismo que con los hombres machistas que se levantan para darle el asiento del bus a una mujer. En el fondo de la supuesta cortesía o delicadeza está una acción violenta de afirmar la existencia de la mujer por debajo de la del hombre, y la de afirmar la relación de dependencia que la mujer tiene con respecto al hombre no de manera natural sino artificial y fabricada por la sociedad patriarcal. Lo mismo pasa con los animales que son vistos como seres inferiores, de la misma forma que un/a adultx ve a un niñx o que una persona mentalmente “sana” o “normal” ve a una persona con síndrome de down. Esta violencia simbólica no solo es “simbólica”. Obviamente, tiene repercusiones materiales pues reproduce esquemas de percepción y juicio que se usan en la vida cotidiana para resolver todo tipo de situaciones. Es decir, estos esquemas jerarquizados no solo presuponen sino que reproducen una relación desigual y más favorable para una de las partes. En el caso de la relación entre animales humanxs y no humanos acostumbramos llamar a este sistema de esquemas perceptivos “especismo”. Digamos un par de palabras al respecto.
Lxs animalistas reformistas (o bienestaristas si se quiere y se entiende que el abolicionismo leguleyo es igual de reformista que el bienestarismo) presuponen que los animales no humanos no son un agente creador de mundo, de destino, de historia ni de subjetividad. Presuponen que todas estas nociones son “exclusivamente humanas” y en ese sentido son muy parecidos a lxs carnistas y a lxs especistas en general. El especismo implica algunos presupuestos entre los que se encuentra el creer que lxs humanxs somos esencialmente distintos de los animales no humanos, y que esta diferencia implica ambos: una situación de superioridad frente al resto de especies y un conjunto de condiciones inherentes a nuestra especie que nos valen una consideración moral mayor que aquella reconocida a los demás animales y seres vivos. Lxs animalistas reformistas que enfocan sus actividades en torno al eje central de promoción de leyes y políticas públicas (caso de los colectivos LOBA) son especistas en todos los sentidos que he mencionado.
Son especistas porque creen que otras especies merecen igual consideración moral que los humanos solo en la medida en que se aproximan o se parecen a este. Es decir que restringen la obligación moral del respeto solo a aquellxs que poseen la sintiencia y/o la consciencia. Esto queda clarísimo al ver los enormes esfuerzos de muchxs animalistas de hacer ver que ciertos animales son especialmente inteligentes o especialmente dotados de sensibilidad física y emocional. Esto implica que el ser humano (en su construcción simbólica occidental que lo describe como ser racional o cognoscente: homo sapiens) es superior pues sus características más decisivas que lo diferencia de otros animales son el parámetro para reconocer mayor o menor valor moral a otras especies. Por último, creer que el ser humano es superior y que sus características más representativas son superiores a las de los animales implica creer que el/la humanx y todo lo humano es radicalmente distinto de lo no humano, y esto aparte de ser especista es falso.
Es falso porque parte de creer que el ser humano es el único que  produce la historia, la política, la economía, la guerra y la cultura, entendida en su más amplio espectro. Esto de ninguna manera es cierto. Los animales han estado presentes como seres subsumidos y oprimidos a lo largo de toda nuestra existencia como “civilización” y han sido productores no reconocidos y obligados de tal civilización. Pero en el caso de los pueblos que existieron antes de la revolución agrícola del neolítico y aquellos pueblos que aún hoy existen aislados de la civilización occidental (y muchos pueblos agrícolas que pese a establecerse y volverse sedentarios lograron construir racionalidades distintas a la de occidente) no se concebía que los animales fueran pasivos o que estuvieran a disposición del ser humano. Estos pueblos construían su subjetividad en comunión y con una participación activa de los animales y de las plantas, en sí de todo lo contenido en los ecosistemas que habitaban. Basta dar un brevísimo vistazo a la mitología de todos los pueblos y en especial de aquellos no occidentales para comprobar el importantísimo papel que desempeñaban muchos animales para la vida cotidiana; y no hablo del sentido práctico y utilitario típico de occidente de ver a los animales solo como comida, herramientas, vestido, etc. Sino de configurar un camino de vida, una forma de estar en el mundo basada en las relaciones establecidas con los animales, que por lo mismo encarnaban a las fuerzas protectoras o destructoras de las cosas y cuya complementariedad era parte del caótico y cíclico equilibrio de la vida.
Pero lxs animalistas que persiguen la formulación de leyes y políticas públicas no toman en cuenta esta forma de relacionarse con los animales para construir la propia subjetividad y la propia cultura como una posibilidad para la civilización. Ellxs no conciben que los animales no humanos puedan tener otro lugar en nuestra sociedad que el de un ser desvalido que o bien es aprovechado o bien es protegido, pero jamás respetado como un ser en sí más allá nuestras instituciones exclusivamente humanas. El discurso jurídico basado en el derecho positivo es estrictamente moderno y occidental, y mi intención al decir esto es dejar claro que, como todo lo moderno y occidental, es “exclusivamente humano”. Hay dimensiones y ámbitos de la vida moderna que no son siempre exclusivamente humanos, pero en el caso del derecho moderno me atrevo a decir que sí. Que es un aparato de control, un dispositivo de vigilancia y castigo, y lo más importante: de producción del ser moderno. No hay ciudadanx sin derecho, no hay consumidor/a sin derecho, todo el capitalismo es posible gracias al derecho. Y el derecho ciertamente no ha sido producido con la ayuda de la agencia de los animales. El derecho moderno siempre se ha pensado como una cosa “de lxs humanxs y para lxs humanxs”. Es cierto que los animales y plantas han sido abarcados por el derecho, pero nunca lo han sido de manera explícita, es decir apelando a su estatus de animales o de plantas sino únicamente de propiedades, es decir objetos como una mesa o una bicicleta, susceptibles de ser intercambiados, abandonados y demás.


El derecho es uno de los brazos mediante los cuales el poder pastoral produce almas. El derecho pare y cría nuestras mentes, nuestra concepción de lo bueno y lo malo, de lo justo y lo injusto, de lo correcto y lo incorrecto. Y no voy a perder el tiempo escribiendo para aquellxs que siguen creyendo que el derecho y las leyes son indispensables para la vida o que son un mal necesario. Digo esto para la gente que pasa por un mercado y ve una gallina desplumada, muerta y colgando de un gancho siendo vendida como si fuera un sombrero o una camisa y piensa “de verdad, las leyes no tienen nada que ver con lo que es justo”. Y es claro que no es un asunto de progreso moral gradual de la sociedad expresado en las reformas al derecho vigente. La explotación asalariada nunca va a dejar de existir mientras haya capitalismo, no importa qué leyes o reformas se realicen. La marginación y sometimiento de la mujer nunca va a dejar de existir mientras reproduzcamos esquemas patriarcales y falocéntricos, no importa qué leyes o reformas se lleven a cabo. Y ciertamente el especismo y la esclavitud y explotación animal no va a dejar de existir porque logremos que se apruebe una ley. Dejarán de existir cuando encontremos y construyamos modos de existir, modos de vida (materiales, concretos) radicalmente distintos de aquellos que nos han sido impuestos de manera violenta por la colonización de occidente y el desarrollo del capitalismo.
Es de esta manera que el camino para lograr la liberación animal total, radical y para siempre implica abolir la hegemonía del discurso racionalista y cientificista que configura la subjetividad occidental. Abolir la necesidad de equiparar a los animales no humanos con nosotrxs para reconocerles derechos y abolir la discriminación que hacemos entre unxs y otrxs según qué tanto se parecen a nosotrxs. Abolir la necesidad de humanizar a los animales hasta el punto de llevarlos a juicio bajo estructuras normativas de las cuales ellos no participan. Debemos dejar de intentar que aquellos que no son humanxs sean sujetos de derechos, es decir que existan bajo las regulaciones y normativas de las leyes, que su vida esté sometida a examinación, clasificación, etiquetación y normalización (un ejemplo de esto es la eutanasia a perros agresivos o que no son “normales). Esto simplemente es ridículo, nefasto para los animales y es una proyección de lxs humanxs sobre lo no humano. Es creernos tan perfectos como para pensar que nuestras instituciones son capaces de abarcar de manera deseable y adecuada la vida de otras especies aun sin su participación. Y es obvio que una vaca no puede participar en nuestras formas de subjetividad porque nosotros las hemos planeado y las practicamos a partir de una ruptura, de una dislocación del humano y la naturaleza.
Querer que los no humanos vivan según construcciones exclusivamente humanas no solo es extender a ellos las formas de dominación y sujeción que hemos fabricado para nosotros mismos de manera irracional y violenta, sino que implica negar otros caminos para la liberación animal que además enriquecen y potencian todo intento de liberación humana. El ser humano (y lxs animalistas sobre todo) deben dejar de ser tan especistas y tan antropocéntricos, deben bajar la cabeza y reconsiderar su lugar en el mundo con más humildad y honestidad. Debemos reconstruir la relación que antes teníamos con los animales para dejar de mistificarlos o de mirarlos de manera romántica e idealizada. Reconectarnos con ellos y con la dimensión animal del ser humano que occidente se ha empeñado tanto en ocultar y reprimir con rasuradoras, con perfumes, con represión de las emociones y los instintos y con la reconducción de estos con fines instrumentales.


Un verdadero animalismo abolicionista jamás se articularía en torno a la extensión de mecanismos de control, represión, domesticación y disciplinamiento creados por humanos a los animales. La única explicación para seguir defendiendo este animalismo especista y antropocéntrico es que no se tiene la voluntad de hacer lo necesario para lograr la liberación animal, es decir no se quiere romper las instituciones que perpetúan en la vida concreta y en nuestros imaginarios la relación especista entre animales humanos y no humanos. Lo que se quiere es mover aquí y allá acomodando un poquito de esto, un poquito de lo otro para ver si los “pobrecitos animales” están un poco mejor cada vez. Esto no solo es deshonesto sino que es totalmente reformista y de ninguna manera abolicionista. Es defender las estructuras responsables del especismo y operar dentro de ellas en lugar de procurar su destrucción. Es por esto que me refiero a lxs abolicionistas leguleyos como bienestaristas y reformistas, y además como cómodxs y conformistas en el mejor de los casos. El ser humano, si se pretende animalista, debe dejar de humanizar al/la otrx y empezar a animalizarse a sí mismx.
                                                                                                David Proaño, 2015




1 comentario:

  1. Cuando la ley esta mal, lo correcto es romperla. No queremos reformar las instituciones, sino destruirlas. Steve Best

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