martes, 3 de noviembre de 2015

¿Qué pasó con el movimiento anti-taurino en el Ecuador?

Se acercan fiestas de Quito y no solo vuelven las borracheras, la violencia, la delincuencia, la alegría y el vaporoso sentimiento patriótico y tradicionalista que durante escasos días se viste de rojo y azul mientras que el resto del año permanece silenciosa y conservadoramente vestido de marrón. Este año, 2015, vuelve además la fiesta “brava”, así es señores, vuelve el colmo de la aberración humana, la manifestación de mayor estupidez, cobardía e inmadurez de nuestra pobre y triste especie.

¿Pero qué pasó? ¿Y la pregunta 8? ¿No que estaba prohibido eso en Quito? ¿No que ya habíamos logrado la abolición? Pues, la respuesta es en absoluto. La tortura y la muerte se siguen imponiendo de forma indiscriminada a los animales no humanos no solo en Quito, sino en todo el país.

Al decir verdad esto es un episodio bastante vergonzoso en la historia del movimiento animalista del Ecuador y de este lado de América, bastante vergonzoso y además doloroso por las implicaciones para los toros y para los demás animales que son víctimas de violencia en este tipo de espectáculos. Para resumir, digamos que la pregunta 8 fue diseñada para, de manera engañosa, excluir de la consulta a un amplio espectro de prácticas de maltrato, tortura  y asesinato animal y de esa manera permitir que se sigan realizando a pesar del resultado de la consulta. “Espectáculo en el que se dé la muerte del animal” no solo excluye todos los espectáculos en los que no se asesine al animal agredido, sino que excluye los espectáculos en los que la muerte del animal es ocasionada indirectamente por el espectáculo, aunque no forme parte de él como el caso del toro que no es asesinado en el ruedo pero que de todas formas muere en los chiqueros después de la corrida.

Después de esto, el colectivo Diabluma continuó los esfuerzos para lograr la abolición total de la masacre de toros en Quito a través de los mecanismos que ofrece el Estado, la constitución y las leyes del Ecuador y haciendo uso de la supuesta democracia directa que el actual régimen puso a disposición del pueblo impulsando la “Iniciativa Legislativa Popular Antitaurina”. La historia ha continuado así, con avances y retrocesos en el proceso, con negligencias y acciones de mala fe por parte de los miembros del concejo metropolitano, y etc.  La pregunta que importa aquí es: si aún no ha ocurrido la abolición de las corridas de toros y de otras formas de violencia especista enmascaradas como arte, cultura, tradición, deporte o entretenimiento ¿qué pasó con el movimiento antitaurino?

Creo que está pregunta tiene que ver mucho con otras dos preguntas importantes: ¿es posible la abolición de una forma de explotación y dominación a través de los medios que, históricamente, han servido para posibilitarla y facilitarla? Y ¿es posible la política desde abajo a través de los medios que ofrece el Estado y a través de las formas de organización de la vida que este impulsa? La primera pregunta intenta demarcar una preocupación en torno a los alcances de ciertos tipos de lucha autoproclamada “abolicionista” mientras que la segunda hace lo mismo respecto a lo que sucede con las apuestas de cambio y transformación de la sociedad que desde ámbitos no institucionales interpelan a la institucionalidad. Se trata primero de una pregunta sobre el carácter del Estado y luego de una pregunta sobre el carácter de los actores “populares”.

El movimiento anti-taurino se caracterizó desde sus inicios en el Ecuador por ser un magnífico aglutinador de diversos sectores que no compartían entre sí mayor cosa aparte de cierta afinidad con el progresismo del actual gobierno ecuatoriano y de otros gobiernos denominados como “gobiernos progresistas latinoamericanos”. Estos regímenes que empezaron a ofrecer cabida y apoyo desde su discursividad y sus dispositivos jurídicos deslumbraron mucho a cierto sector de la clase media que fue seducido por esta estrategia de “bautismo” del gobierno en las aguas de la juventud y el progresismo. De repente, a esta clase media y ciertos sectores populares les pareció que de verdad era posible una verdadera revolución realizada desde el Estado y de manera democrática. Esto fue la causa de la inusitada fuerza y éxito coyunturales del movimiento anti-taurino así como también de su fracaso para lograr completamente la abolición de la tauromafia y para mantener su fuerza y poder de interpelación una vez pasada la coyutura favorable. Un movimiento que encuentra los medios y el argumento para su lucha en un actor externo es fuerte en la medida en que lo es tal actor y en la medida en que tal actor decida no darle la espalda.  En el caso de que tal actor sea el Estado, o peor, el gobierno de turno, o peor aún, una fracción del gobierno de turno, la fuerza con la que se cuenta no es mucha o si lo es resulta endeble ante cualquier giro de las alianzas entre la burguesía y las distintas fracciones del partido oficialista, ante cualquier revés en la legitimidad del régimen o incluso ante simpatías y antipatías particulares. En el caso del movimiento anti-taurino este último problema se dio más adentro que afuera ya que la envidia y los celos entre actores que se disputaban la vocería legítima y así pretendían acumular más legitimidad para su organización terminaron fragmentándolo.

Pero este problema no es ajeno a lo que nos preocupa: la relación entre la “sociedad civil” y el Estado en cuanto a las apuestas de transformación social. La disputa entre actores y las consecuentes envidias y celos se derivan del afán de acumular legitimidad ante alguien, es decir de situarse en una posición de negociación favorable ante un interlocutor poderoso (en este caso el Estado) y poder interpelarlo con suficiente fuerza como para exigirle cosas (es lo que se conoce como oportunismo). El problema es que cuando se quiere interpelar con fuerza a alguien que te está dando el megáfono con el que lo interpelas, bueno, como que es probable que no te tomen demasiado en serio o en el mejor de los casos te digan “si, si, si” a todo y luego te dejen pateado, que es lo que pasó con la lucha por la abolición de las corridas de toros.

Esta lucha por principio no era difícil, me refiero a que el actor más importante, el Estado (desde una política planteada con soporte en la institucionalidad) no tenía ningún interés especial en que se obstruya la abolición de las corridas, de hecho le hubiera resultado indiferente, excepto por el hecho de que fue una buena treta para convocar por el sí a una enorme cantidad de personas y movimientos organizados que estaban esperando una coyuntura favorable para posicionar de mejor forma su reivindicación. Esto es totalmente diferente a lo que sucedió con el Yasuní, por ejemplo, para lo que sí pesaba un gran interés por parte del Estado y era de tipo contrario al de la gran masa de personas y movimientos que conformaban los “ecologistas infantiles” en palabras del mandatario. Entonces ¿qué pasó? Si era tan fácil ¿por qué no se completó la abolición? Pues, porque el proceso desde un inicio estuvo diseñado como un distractor y un gancho, una forma de promocionar no solo el sí a las demás preguntas de la consulta sino a todo el aparato de Estado como un medio válido para el ejercicio de la política desde las bases, la llamada “democracia directa” de la revolución ciudadana.


De tal suerte que el movimiento anti-taurino, básicamente, no logró la abolición de las corridas de toros pero sí termino haciendo propaganda a favor del gobierno, a favor de su paradigma de organización de la sociedad a través de la ciudadanización, la llamada “revolución ciudadana” (disciplinamiento de la sociedad civil para lograr desarticular su organización y obligarla a recurrir a la institucionalidad del Estado, debilitándose por un lado y por otro fortaleciendo la capacidad de control de Estado sobre la población). Además, el movimiento anti-taurino hoy en día se encuentra muy disminuido debido a que, al no lograr su objetivo principal después de años de lucha y al haber erosionado tanto su cohesión debido a la competencia entre sus distintos actores ocasionada por el oportunismo (que, de nuevo, también es producto de este modelo de lucha institucionalista y domesticada) se quedó sin medios y sin argumento para convocar a los antiguos sectores “amplios” que lo engrosaban y de los cuales si bien no procedía su fuerza. al menos, sí eran la razón del interés y apoyo que el Estado le ofrecía a las reivindicaciones anti-taurinas.

En ese punto radica el aprendizaje que debemos obtener de esta triste y dolorosa experiencia: que no podemos despotricar contra algo si hablamos con megáfono prestado a no ser que queramos correr el riesgo de que nos lo quiten sin que hayamos acabado de decir lo que teníamos que decir. No quiero que se me mal entienda, no digo que se debe ignorar el papel de las instituciones y del Estado para la materialización de un sueño, lo que digo es que hay que tener claro que ese papel no ubica a esos actores en ningún caso de nuestro lado, sino todo lo contrario y que para obligarlos a actuar en nuestro favor es necesario que los conminemos con todo el poder de nuestra propia voz y nuestros propios argumentos. Las instituciones viabilizan lo que nosotros/as exigimos porque la fuerza con que lo hacemos no les deja opción, pero si desde el principio tales instituciones y formas políticas son el medio, el argumento y la fuente de la fuerza de nuestra lucha, estamos condenados al fracaso.

Hoy le queda al movimiento anti-taurino levantarse de las cenizas de la derrota y de la vergüenza de haber confiado y crecido no solo cogido de la mano de uno de los gobiernos más especistas y además totalitarios que ha tenido este país, sino también de haber corrido la mayor parte de su historia subido en los hombros de tal gobierno y de haber podido ver a través de sus ojos, y sin embargo no haber logrado la abolición de la tauromafia. Nos queda poco tiempo y las tareas son enormes: volver a construir y posicionar un argumento frente a la población (el actor o conglomerado de actores al que siempre debimos haber interpelado en lugar del gobierno de turno) y encontrar nuevos medios para llevar a cabo tal interpelación pues los ya utilizados no solo que resultaron ineficientes, sino que son inútiles frente al nuevo actor al que debemos acudir. Calar en las masas para agitarlas y movilizarlas de nuevo es la consigna, no sé si nuestro movimiento sea capaz de llevar a cabo semejante tarea pero si no lo intentamos con todas nuestras fuerzas la sangre de los toros asesinados en la plaza Belmonte también estará en nuestras manos. Llego la hora de llenar los aires con el grito “No nos moverán / hasta su libertad / por su vida y dignidad / aquí hemos de quedar”.


Eco-defensa, liberación animal y revolución social !!!

                                          Activistas por la Defensa y Liberación Animal - ADLA

Manifiesto por la abolición total de la tauromafia en el Ecuador

Manifiesto por la abolición total de la tauromafia y de toda red de lucro a base de la esclavitud, tortura y asesinato de animales en todo el ecuador

La acción de esclavizar o de torturar a alguien hasta la muerte devela que la posibilidad de semejantes actos existe en nuestro horizonte de sentido. No importa si se trata de un gallo o de un toro, o de un niño o de un indígena. La violencia es siempre igual pero es incluso mayor cuando se infringe sobre alguien que no está en capacidad de defenderse.

El colectivo animalista y abolicionista Activistas por la Defensa y Liberación Animal (ADLA) hace un llamado a todos los humanos que reconocen la urgencia de situarse del lado de nuestros hermanos esclavizados y torturados, los toros, para ejercitar la resistencia activa y decidida; y la acción directa contra la tauromafia. La abolición de la tortura y el indigno asesinato de toros que representa la tauromafia no es una realidad todavía, debido a que el movimiento fue engañado por diferentes actores procedentes de diversos orígenes pero con una característica común: eran autoridades que no tenían interés real en la abolición. El movimiento anti-taurino equivocó el camino de la lucha al concentrarse únicamente en la gestión por medio de canales institucionales y al no priorizar la construcción de una verdadera organicidad interna y fortalecimiento de la base popular que da fuerza al movimiento. La abolición no es un acontecimiento puntual sino un largo camino cuyo mayor trecho se construye en las mentes y en los sentires de las personas comunes y corrientes que conforman nuestra sociedad. Una ley, un decreto, una ordenanza o una consulta no pueden lograr lo que la lucha sostenida y desde las bases puede. Las revoluciones no se dan por decreto ni desde la autoridad.

Los animales no son nuestra propiedad ni tampoco son medios para realizar nuestros fines, de hecho, de esta creencia violenta se derivan la mayoría de los problemas que ocasionan sufrimiento al ser humano porque, aunque no lo queramos aceptar, los humanos también somos animales y quien es capaz de instrumentalizar y utilizar de manera egoísta y violenta a un animal no humano es portador de la capacidad de violentar a un animal humano también. Es la actitud humanista y antropocéntrica la que ha llevado a nuestras civilizaciones a la ruina y la decadencia poniendo nuestra especie al borde de la extinción y, junto con ella, al resto del mundo ocasionando una extinción masiva de especies animales y vegetales, y provocando un terrible colapso ambiental.

La defensa y la emancipación de todos los animales, humanos y no humanos, nos exige de manera urgente que llevemos a cabo acciones contundentes y poderosas de resistencia para evitar que el horror de la tauromafia vuelva a ganar terreno y poco a poco nos quite los escasos logros que nuestro movimiento, por la total abolición de las corridas de toros, ha logrado.  Hacemos un llamado a la reflexión, a la crítica, al debate y a la organización y las alianzas, pero sobre todo hacemos un fuerte llamado a la acción, a la desobediencia civil, a la acción directa, a las medidas de hecho y a la movilización por la abolición. Nuestros hermanos no humanos, los toros, necesita urgentemente de nosotros, si no acudimos en su defensa y en la defensa de lo que hemos construido por nuestra propia emancipación, también ellos serán torturados y asesinados. Además, nosotros/as nos encontraremos más cerca de la dimensión civilizada y egoísta de nuestro ser, esa dimensión de la cual es urgente que nos alejemos para reconciliarnos con nuestra animalidad y poder ser libres de toda forma de dominación inherente a la civilización asesina que hemos creado en base al miedo y el odio.

Ecodefensa, liberación animal y revolución social!!!!!

Por la abolición de toda forma de opresión sobre cualquier animal,
Liberación animal y veganismo popular!!!!

Desde quitu para todos los hermanos humanos y no humanos del Ecuador y América Latina


                                                                      Activistas por la Defensa y Liberación Animal (ADLA)