BASES ÉTICAS DEL VEGANISMO
Las
bases éticas del veganismo se basan en que los modelos de producción y la cría
intensiva de animales responden a un tipo de discriminación descrito como Especismo (Singer, 1999). Este término
fue acuñado por Richard Ryder, psicólogo y filósofo británico en 1970, quien
menciona que el especismo es un tipo de segregación equivalente al racismo o al
sexismo (Singer, 1999). Posteriormente otros filósofos como por ejemplo Peter
Singer en su libro “Animal Liberation” le daría más fuerza y sobretodo
demostraría la importancia de este tema con ejemplos concretos. Este concepto
argumenta que el pertenecer a una determinada especie, como sería la especie
humana, no nos da superioridad moral para explotar a otra especie por ningún
motivo (Singer, 1999; Bentham, 1781). Un
animal es un ser sintiente y capaz de experimentar sufrimiento tal como lo
haríamos nosotros, por lo tanto, no es correcto maltratar o peor aún matar a un
ser sintiente para satisfacer un gusto y no una necesidad (Bentham, 1781). La
ética detrás del veganismo es una ampliación de nuestro círculo moral para
todas esas especies que son capaces de sentir. Es desde esta perspectiva que el
filósofo Jeremy Bentham hace una reflexión importante: “La pregunta no es,
¿Pueden razonar? ni ¿Pueden hablar?, sino, ¿Pueden sufrir?” (Bentham, 1781). Para
poder realizar esta “conexión” es necesario conocer cuál es la verdad detrás de
las granjas de producción, así como la explotación a la que están sometidos los
animales que se usan en espectáculos como diversión, los animales de compañía,
los animales que sirven para la experimentación, y los que se usan como
vestimenta.
Y
por supuesto que los animales sufren en manos de los seres humanos. Las granjas
de producción con el afán de incrementar sus ganancias han convertido la vida
de los animales en un infierno (Singer, 1999). Desde el pollito más pequeño,
hasta la vaca más grande, su vida está predestinada, ya que la industria ha
dejado de ver a los animales como seres vivos y los trata a manera de “unidades
productivas” (Riechmann, 2005; Singer, 1999). La mayoría de ellos viven en
pequeñas jaulas durante toda la vida, donde moverse, caminar, o simplemente
acostarse son privilegios que ellos no conocen hasta que los llevan al matadero
(Singer, 1999). En el caso de las vacas, son animales que son obligadas a
reproducirse de una manera antinatural y a más de eso, sus bebés son separados
a edades tempranas para satisfacer los niveles de producción. Automutilaciones,
enfermedades, estrés y muerte súbita son las consecuencias de este tipo de
manejo en las granjas de producción, sin embargo, todo está oculto tras las
excelentes campañas publicitarias donde se observan animales felices y libres
en las granjas, pero lastimosamente nada de esto es real (Singer, 1999).
Podemos observar la explotación animal a todo nivel, por ejemplo los espectáculos donde se utilizan animales. Circos, corridas de toros, peleas de perros o gallos, son solo algunos de los ejemplos donde el maltrato y la diversión de unos pocos se juntan. Algunas de estas actividades escudadas bajo el lema de “tradiciones” no han podido ser abolidas, incluso en nuestro país. Los animales de compañía como perros y gatos también sufren de explotación a gran escala en las “fabricas de cachorros” o puppymills, donde se escogen razas para reproducirlas dentro de jaulas diminutas y poco higiénicas donde lo que prima son las ganancias económicas más no el bienestar del animal, el cual generalmente sufre de enfermedades incluso genéticas por la endogamia a la que son sometidos (Singer, 1999).
La
experimentación animal es otro tema muy extenso y complejo a tratar. Por lo
general, los que llevan a cabo este tipo de prácticas son las farmacéuticas,
universidades o empresas cosméticas que están probando sus productos en modelos
animales para después sacarlos al mercado para los seres humanos. Sin embargo,
el testeo sobre animales no garantiza la seguridad de dichos productos debido a
que cada especie es capaz de reaccionar de manera diferente a un mismo producto
(Singer, 1999). El hecho de colocar sustancias irritantes o corrosivas en ojos
de conejos, o de obligar a ingerir sustancias tóxicas a los animales para
calcular la dosis letal de un producto, no son actos éticos, pero son
justificados por un mercado que desconoce la realidad (Singer, 1999).
El
uso de animales ya sea para diversión, experimentación o alimentación no están
justificadas por la necesidad del ser humano, sino mas bien responden a un
mercado y a clientes que son engañados o desconocen la verdad acerca de la
explotación animal. El especismo es un tipo de discriminación equivalente al
racismo o al sexismo que trata de poner los interés de una especie por sobre
las demás, pero muchos filósofos han comenzado a reflexionar y defender la idea
que este tipo de trato hacia otros seres vivos no es ético, y que tanto
animales humanos como los no humanos son capaces de sentir y eso es lo que
importa.
Referencias:
Bentham, J. (1781). An introduction to the Principles of morals and
legislation. Recuperado el 01/03/2015
desde: http://socserv2.socsci.mcmaster.ca/econ/ugcm/3ll3/bentham/morals.pdf.
Riechmann, J. (2005). Todos los animales somos hermanos. Ensayo
sobre el lugar de los animales en las sociedades industrailizadas. Catarata
Editores. Madrid – España.
Singer, P. (1999). Animal Liberation. Editorial Trotta. Madrid – España.