Social

Se necesitan 16kg de grano para producir 1kg de carne, si se distribuye el grano a las personas, la hambruna desaparecería.



ECONOMÍA ECOLÓGICA Y JUSTICIA AMBIENTAL EN LATINO AMÉRICA

 
 
La investigación girara en torno al marco conceptual de la economía ecológica. Por lo que primero, se realizara una breve reseña historia de la economía ambiental y con esto, el surgimiento de la economía ecológica. Segundo, un análisis comparativo entre economía ecológica y economía ambiental, y las implicaciones de las dos posturas. Tercero, se analizará la situación de los países latino-americanos y cómo estos han sabido responder a la problemática medio ambiental, corriente llamada el ecologismo de los pobres. Luego de haber realizado tal trabajo teórico se profundizara el tema de la justicia ambiental, en cuanto a las deudas del norte con el sur. Y posibles soluciones pragmáticas ante dichas deudas.
La economía ambiental tiene sus raíces en la escuela neo-clásica de pensamiento  económico, en ese sentido sus guías temáticas serán los postulados de la escuela en la que nace (Chang, 2005). Estos son: “el análisis sobre la escasez, y donde los bienes son valorados según su abundancia-rareza” (Chang, 2005, p. 175). En suma, la economía ambiental se encarga de realizar una valoración monetaria del medio ambiente y cuyo objetivo principal es la internalización de las externalidades negativas (Chang, 2005). Es importante acentuar que esta economía no propone retirar a la naturaleza del estrato económico a diferencia de ciertas nociones de la economía ecológica.
            Por otro lado, la economía ecológica prima el medio ambiente con base en los ciclos biogeoquímicos y el intercambio de energía (Chang, 2005). La economía ecológica no ve a la naturaleza como ciertas partes aisladas, mas bien entiende la interrelación de los ecosistemas y la bidireccionalidad con los sistemas sociales; sus fundamentos teóricos principales son: las leyes de la termodinámica y la ley de la entropía (Teruel, 2003).
            Una breve revisión de los cambios de paradigma sobre la naturaleza en relación a la economía muestra como Francis Bacon, mayor exponente del positivismo, pensaba que la naturaleza estaba a servicio del hombre, y por lo tanto debía ser dominada (Chang, 2005). Luego, los formuladores de la historia natural plantean que aunque el humano domine el orden natural, de todo modos, pertenece a él (Chang, 2005). Es decir, está sujeto a las leyes de la naturaleza. Es en ese punto de divergencia donde en la medida en la que la naturaleza le es útil al humano comienza a adquirir importancia y consideraciones vitales. Los fisiócratas encuentras también la importancia de la agricultura en la economía, creen en el poder de la tierra, por lo tanto postulan el inherente respeto que se debe tener a los ciclos y equilibrios naturales (Chang, 2005). Finalmente, la integración de una economía ambiental sucede cuando los economistas clásicos hablan sobre la inexorable realidad de un planeta finito, entre estos se tiene a: Malthus, Ricardo y Mill (Chang, 2005).
            Los fundadores y principales exponente de la economía ambiental son Pigou y Coase, los dos desde diferentes escuelas plantean la necesidad de internalizar las externalidades (Chang, 2005). Es decir, de alguna manera pagar los costes sociales y naturales de la explotación de la naturaleza, las llamadas externalidades negativas. Por un lado, Pigou desde un enfoque más intervencionista habla sobre el principio de deuda entre el contaminador y el pagador, por lo que propone que a través de licencias, impuestos y fiscalizaciones se regule y se tome en cuenta las externalidades negativas (Chang, 2005). Mientras que Coase, desde un enfoque liberal, cree en que las medidas del mercado se puede considerar los diferentes costes de las externalidades, la solución sería mediante derechos de propiedad realizar negociaciones entre las partes (Chang, 2005). Debido al mercado imperfecto, cuando existen ciertas fallas del mercado el enfoque de Coase permite una mínima intervención estatal. Es importante mencionar que de entre los dos enfoques, el enfoque de Coase, refuerza y legitima la contaminación, además de perpetuar la idea de que la naturaleza es un objeto del cual hay que sacar el mayor provecho.
            A partir de la revolución industrial en el siglo XIX se da un punto de quiebre en la cuestión ecológica, debido a que los avances técnico-científicos produjeron una extensión a nivel planetario de la problemática ambiental (Chang, 2005). En la época anterior a la revolución industrial el daño ambiental era local, y por lo tanto no tenía mayor consideración. En este contexto surge la economía ecológica. Los fundadores de la economía ecológica son autores en el campo de las ciencias sociales y naturales en el siglo XIX (Teruel, 2003). Entre los principales autores se tiene a Patrick Geddes con su crítica a la contabilidad económica, debido a la ineficiencia de la misma para tomar en cuenta la perdida de energía y materiales, además de no valorar la contaminación (Teruel, 2003). Frederick Soddy con su cuestionamiento a la idea de “crecimiento económico”; Jevons y su argumento sobre la incapacidad de carga del planeta por el crecimiento basado en la demanda del carbón (Teruel, 2003). Entre otros autores que destacan son: Sergei Podolinsky (1850-1891) estudio la conservación energética en relación a la actividad humana; René Passet (1979) en Principios de Bio-economía considera por analogía el proceso económico como proceso de distribución creadora (Teruel, 2003). Y finalmente, dentro de los más grandes autores de la economía ecológica se tiene a Nicholas Geroescu-Roegen, quien plantea un definitivo cambio de paradigma económico debido a las consideraciones sobre la ley de la entropía: el carácter irreversible de la degradación y déficit de la energía-materia, en suma los desechos; propone que la medida del valor económico es “el valor que la vida tiene para cada individuo portador de vida (Teruel, 2003, p.74).
            El análisis comparativo muestra que se entiende a la economía ambiental y a la economía ecológica, que a pesar de tener consideraciones por el medio ambiente, son antagónicas. Ya que la primera refuerza y acentúa a la naturaleza como un objeto de dominación y explotación por parte de un “homo-oeconomicus” y pretende asignar un valor objetivo (valor monetario) a los costes subjetivos de los perjudicados. Mientras que la economía ecológica propone replantearse y reconsiderar el valor intrínseco de la naturaleza, y quizás un cambio de paradigma en el que se saque a la naturaleza del estrato económico, como los veremos con la propuesta de Tim Jackson (2011); talvez hablar de decrecimiento para así reflejar nuestras verdaderas consideraciones morales hacia la naturaleza y a las futuras generaciones.
            En el plano de lo pragmático, como han sabido responder las comunidades, las ONG´s y los gobiernos ante la problemática ambiental y qué posturas han tomado ? Antes de responder, es preciso señalar lo que se entiende por conflictos ambientales y conflictos socio-ambientales. Se tiende a pensar en os conflictos ambientales como un tipo particular de conflicto social (Walter, 2009). Pero hay que tomar en cuentas las siguientes características: son procesos, no son estáticos y tienen un desarrollo temporal por lo que se entienden a estos conflictos en un ciclo con inicio, desarrollo y cierre dirigido por actores sociales que producen acciones que a su vez generan reacciones en otros actores (Walter, 2009). Ahora es preciso señalar la incidencia de los actores sociales, dado que hay una divergencia entre conflictos ambientales y conflictos socio-ambientales. Siendo los primeros, relacionados, específicamente a los daños de los recursos naturales cuyos actores de acciones son exógenos, usualmente organizaciones ambientalistas; mientras que los segundo son las reacciones de las comunidades directamente afectadas (Walter, 2009). Al segundo tipo de conflicto Alier (2008) lo llamará ecologismo de los pobres.
            Profundizando en las diferencias en torno a las respuestas de los pueblos a la problemática ambiental dentro de un marco de la ecología política y la economía ecológica es importante señalar una acentuada diferencia. Algunos autores proponen que esta nueva conciencia ambiental es resultado de un nuevo sistema de valores en la era post-industrial; mientras que otra línea sostiene que la defensa del medio-ambiente no es un lujo post material sino que surge desde las comunidades que no tienen sus necesidades cubiertas (Walter, 2009). La segunda postura, como ya se mencionó del ecologismo popular, tiene como premisa que en el Sur existe un gran movimiento ambientalista originada por el crecimiento económico que con lleva a la extracción de recursos, expansión de vertederos y riesgos de contaminación para quienes el ambiente es su sustento (Walter, 2009). Por lo que se comienza a hablar de una deuda ecológica por parte de los del Norte para con los del Sur. El economista ecológico Fander Falconí percibe la deuda de las sociedades del norte con los del sur como una cuestión de desigualdad en diferentes ámbitos: socio-ambientales y éticos [Entrevista personal].


Se entiende este conflicto, básicamente, como: conflictos ecológicos distributivos (Walter, 2009). Postulado de la economía ecológica que plantea que el creciente metabolismo de las sociedades del Norte  que consumen, por lo tanto, mucho más materiales, energía y agua impulsan un desplazamiento de contaminación muy marcada a la periferia (Walter, 2009). Hasta este punto parecería que los conflictos ambientales son, netamente, por la desigual distribución de recursos sin embargo se entiende esta dinámica mucho más amplia en donde hay cabida a choques de cosmovisiones ambientales y de vida. Por lo que se tiene a un creciente modelo económico capitalista en contra de otras cosmovisiones mucho más sustentables que no necesariamente creen en el crecimiento como sinónimo de prosperidad.
            La respuesta que se genera a partir del choque de cosmovisiones se entiende como: conflictos de contenido ambiental, en donde hay una fricción entre comunidades cuya relación con la naturaleza es amplia y armoniosa lo cual vuelve a esta relación sociedad/naturaleza una tradición (Walter, 2009). El conflicto surge cuando actores externos intentan romper esa relación.
Luego, de haber entendido porqué sucede la respuesta de las comunidades ante los conflictos ecológicos procederé a introducir los planteamientos teóricos de Joan Martínez Alier para entender de mejor manera estas respuestas y contemplar posibles soluciones.  La primera acotación importante de Alier (2008), es parecida a la distinción que se hizo, previamente, con la economía ambiental, dice que se entiende la problemática ambiental desde dos visiones, la economía ambiental de origen neo-clásico la ve como “fallos del mercado”, en ese sentido los precios están mal puestos y por eso no se toman en cuenta las externalidades; mientras que quienes se oponen a la intervención estatal, estos ven a las externalidades como “fallos del gobierno”, fracasos de los gobiernos para establecer normas ambientales o que no asignan derechos de propiedad. Pero como se puede ver, todos estos planteamientos giran en torno a una economía específica, en donde o el gobierno o el mercado contemplan a la naturaleza en valor monetario. En ese sentido, la propuesta teórica medular es poner atención al metabolismo de la sociedad: la economía recibe recursos, que contantemente los explota más allá de su capacidad, y produce residuos (Alier, 2008). El metabolismo social se entiende como: “un sistema abierto a la entrada cada vez mayor de energía y materiales, y a la salid de los residuos como son el dióxido de carbono y otras formas de contaminación” (Alier, 2007, p.150). De esto resultan dos aspectos, primero ya no son fallos del gobierno o del mercado sino es un carácter sistemático inevitable y segundo ya no es una economía circular cerrada sino que los perjudicados no solo son futuras generaciones y especies de animales no humanos, que no pueden protestar, sino son gente pobre, que protesta (Alier, 2008).
De estas protestas se tienen casos concretos en todo el mundo, pero nos limitaremos a América Latina, en toda la periferia se tiene resistencia popular e indígena que lucha en contra de las actividades extractivitas de las empresas multinacionales (Alier, 2007). Como el caso de: Sipakapa en Guatemala, Tambogrande en Perú, Esquel en la Argentina contra la minería de oro (Alier, 2007). Por otro lado, “En la Argentina y Bolivia hay comunidades que resisten contra las empresas petroleras como Repsol o tantas otras. Un famoso caso judicial enfrenta a comunidades indígenas y colonos de la Amazonia norte del Ecuador a la compañía Texaco desde 1993” (Alier, 2007, p.149). Entonces, se tiene que las contabilidades de estas empresas multi-nacionales no incluyen los pasivos ambientales, y sobre todo, como ya se mencionó previamente a propósito de asignar un valor monetario a las externalidades. Por ejemplo, quién decide cuánto debe Repsol-YPF por su pasivo socio-ambiental  al territorio de mapuche en Argentina o cuánto debe Dow Chemical, por los casos de esterilidad de trabajadores de plantanciones bananeras en Honduras, Costa Rica y Ecuador (Alier, 2007). 
 
Otro caso concreto, que cabe mencionar, son las miles de hectáreas plantadas de pino para capturar dióxido de carbono europeo, llamado proyecto FACE en los páramos del Ecuador, donde las comunidades protestan dado que no pueden comer los pinos, ni sembrar ni poner ganado, además que los pinos agotan el agua, y si hay un incendio el contrato les obliga a replantar (Alier, 2007). Entonces, como se ve todos los pasivos ambientales y sociales son invisibles para el modelo económico actual. Y sobre todo la manera en la que se mide el crecimiento económico es muy limitada, por ejemplo la economía creció un 3%, pero no se toma en cuenta como este crecimiento afecto contaminando bosques, ríos, salud de los niños (Alier, 2007). Es decir, la valoración de crecimiento económico no toma en cuenta aspectos ni sociales ni ecológicos.
Otro aspecto importante de la propuesta teórica de Alier (2007) son los diferentes lenguajes que se utilizan para entablar relaciones entre los deudores del Norte y los afectados del Sur, entonces se distinguen dos lenguajes: el primero es el lenguaje económico de costos-beneficios y el segundo es el lenguaje disponible en otras culturas. Lo que implica que, como ya se mencionó, asignar un valor monetario a no solo la naturaleza sino cosmovisiones diferentes y ancestrales es prácticamente imposible. Un ejemplo es el de lo U´Wa en Colombia en contra de Occidental Petroleum y después frente a la Repsol, quienes declararon que la tierra y el subsuelo eran sagrados que la cultura no tenía precio (Alier, 2007). En ese sentido, dados los distintos lenguajes de valoración quién decide cuáles son válidos y cuáles no ? Otra pregunta sería si la medida de valor ecológico solo se traduce a dinero o pueden valer por sí mismo en unidades de biomasa y bio-diversidad ? El ejemplo perfecto para responder a esta pregunta es el caso de la iniciática Yasuní-ITT.
El caso de la explotación del Yasuní es un buen ejemplo del ecologismo popular.
En Ecuador, la frontera de la extracción del petróleo ha llegado hasta el Parque Nacional Yasuní, donde los indígenas protestan y los ecologistas piden que el mundo les ayude a pagar al gobierno el equivalente a lo que ganaría extrayendo el petróleo (neto de costos de extracción y de externalidades locales y globales), para así conservar la naturaleza y a esos pueblos originarios y para evitar que aumenten las emisiones de dióxido de carbono en el mundo al quemar ese petróleo extraído de un lugar tan impropio” (Alier, 2007, p.148).
El modelo ambiental y económico que propone Ecuador, tiene como aspecto medular el abandonar la explotación de los recursos naturales no-renovables, por lo que se cuestiona al modelo dominante, característico por un ilimitado e insustentable crecimiento basado en las fuerzas del mercado (Dillon, 2012). Sin embargo, las políticas públicas implementadas en este gobierno son disfuncionales ya que se superponen políticas como las de ampliación de fronteras extractivitas de recursos naturales, proyectos petroleros que no se concretan mientras que a la vez se tiene políticas de conservación ambiental, así como políticas étnicas que protegen la Biosfera Yasuní y a los pueblos en aislamiento voluntario (Dillon, 2012). Para entender la problemática del Yasuní se tienen tres ejes; el plan A, plan B y plan C. Mientras se hablaba del plan A cuya búsqueda se centraba en la aplicación del Buen Vivir a través de actores locales y la población en general, los esfuerzos fueron insuficientes por lo que surgió con fuerza el Plan B del gobierno, la extracción mientras que a la vez los ecologistas planteaban un plan C de consulta popular, el cual fue inconstitucionalmente rechazado (Dillon, 2012).
De estos tres ejes se entiende que la relación de poder y los distintos lenguajes que se manejó entre las comunidades de indígenas amazónicos y ecologistas contra el extractivismo del régimen de turno fue injusta y se violó las políticas públicas de gobernanza ambiental, mencionadas previamente (Cisneros, 2008).
            Finalmente, cuál sería la solución para detener la destrucción de la naturaleza, de sus pueblos y solucionar las injusticias socio-ambientales. Cómo los del Norte pagarían la deuda a los del Sur. Tim Jackson (2011) propone prosperidad sin crecimiento, esto implica redefinir todo el sistema macro-económico y entender ciertas cosas: la necesidad de una economía de acuerdo a un planeta finito, y eliminar el paradigma patológico del crecimiento económico. Para esto, dice es necesario revisar las instituciones  y sobre todo entender que el PIB ha muerto, que al igual de Fander Falconí, opina tenemos que estar conscientes que el modelo actual está en crisis y si no hacemos algo para cambiarlo simplemente se destruye con nosotros [Entrevista personal]. Se necesitan otros indicadores que midan, realmente, el progreso tomando en cuenta la destrucción ecológica, la calidad de vida y el bienestar social (Jackson, 2011). La propuesta consiste en detener el crecimiento económico como lo conocemos, y en base al entendimiento de la prosperidad reformular la dinámica inequitativa entre centro y periferia. Como afirma Falconí en ese sentido apegarnos a la economía ecológica y a reconfigurar la relación sociedad/naturaleza es la salida [Entrevista personal].


De toda la investigación se concluye que la economía ecológica es una ciencia neófita cuyo crecimiento implica todo un cambio del paradigma económico, está dada la destrucción del planeta, tiene que ser entendida no como una opción sino como una de las pocas soluciones lógicas. Entender que el crecimiento económico y la actual crisis del modelo económico imperante tienen que caer, y que no debemos esperar mucho para que esto suceda es el primer paso. Para esto, todos los actores sociales tienen que sumarse para lograr no un movimiento social, sino una sociedad en movimiento en pujante cambio: ecologistas, ecologismo popular, académicos, la población entera.
             Juan José Ponce, 2015

Para más información vistar:
https://www.youtube.com/watch?v=GEULM8s27lc
https://www.youtube.com/watch?v=qyz5FH11sP0


Referencias:
El ecologismo popular (2007).. Revista Ecosistemas, 16(3).
Alier, J. M. (2008). Conflictos ecológicos y justicia ambiental. Revista Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, (103), 3.
Chang, M. Y. (2005). La economía ambiental. Sustentabilidad, 175-188.
Cisneros, P. (2008). Gobernanza ambiental, conservación y conflicto en el parque nacional Yasuní. La guerra del fuego, políticas petroleras y crisis energética en América Latina, 239-255.
Dillon, J. F. (2012). YASUNÍ-ITT: Hacia un nuevo modelo de conservación y desarrollo sostenible.
Jackson, T. (2011). Prosperidad sin crecimiento. Icaria editorial, Barcelona.
Teruel, M. G. (2003). Apuntes de economía ecológica. Boletín económico de ICE, Información Comercial Española, (2767), 69-75.
Walter, M. (2009). Conflictos ambientales, socioambientales, ecológico distributivos, de contenido ambiental… Reflexionando sobre enfoques y definiciones. Boletín Ecos, 6, 1-9.

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