En 1997, Barry Horne fue
condenado por la corte de Bristol a 18 años de cárcel, acusado de varios
incendios, la condena más fuerte a un activista por la Liberación Animal; con
daños de más de 33 millones de libras. Murió
a causa de una falla al hígado en el hospital Ronkswood, Worcester el 5
noviembre de 2001, después de protagonizar 4 huelgas de
hambre, la penúltima fue la más larga, duro 68 días. Es por eso, que
con la última huelga su cuerpo no resistió más los estragos. Horne participo en
varias actividades por la liberación animal, comenzó con las protestas
organizadas por grupos de derechos de los animales de Inglaterra afuera de
centros de vivisección, en sus inicios participo en el sabotaje de la caza, y
en entregar volantes informativos. Sus manos inquietas, lo llevaron en poco
tiempo a realizar acciones directas, encontrando en ellas una respuesta
inmediata a la LIBERACIÓN ANIMAL que se voceaba en las marchas.
Hoy recordamos a Barry
Horne, quien es luz en nuestro camino. Su, intensa y comprometida lucha, nos
guía con sabiduría, y nos carga de fuerzas. Y si tuviéramos que describir a
Horne, sería con las palabras: AMOR, JUSTICIA Y PERSEVERANCIA. El movimiento
por la liberación animal, es una serie de sucesos que en conjunto generan una
revolución y agitación de consciencias. El derecho animal, es una postura
radical de izquierda, que no sol supone un discurso agresivo en relación al
enemigo, sino asumir de manera directa por parte de sus militantes dicha
revolución. Eso nos diferencia de las demás luchas. La Liberación Animal
implica trasgredir los conceptos de “especie”, reconstruirlos y provocar
grandes cuestionamientos hacía la condición humana. Implica, pensar más allá
del género, la etnia y la clase.
Acaso, esa revolución de
consciencia radical interna, y la manera tan distinta de pensar al otro, no
supone por sí misma, un camino espiritual. Re-invindicar nuestra animalidad,
conectarnos con la Gran Madre Cósmica sintiendo el mandato colectivo de ser
defensores de la Madre Tierra, y de nuestros hermanos los demás animales. Recordemos
a Rod Coronado, activista por la liberación animal e indígena nativo-americano,
primer preso político por la liberación animal de EEUU; a Jill Phips, activista
por la liberación animal de Inglaterra, quien fue atropellada al hacer
desobediencia civil, y pararse inclaudicable al frente de un camión que
transportaba terneros. Estás historias, no solo sirven para inspirar al
movimiento, sino para generar grandes reflexiones en relación a qué procesos
internos-espirituales atravesaban en esos instantes. Creemos, firmemente, que
todas esas acciones por la defensa de los demás animales estaban cargadas, por
un/a solo/a activista, de una fuerza espiritual potentísima, mayor mucho mayor
a toda la fuerza represiva de la policía y a los dispositivos del estado usados
para reprimir las insurrecciones populares.
Qué puede llevar a un
animal-humano a estar dispuesto a morir por sus ideales, a soportar huelgas de
hambres sobre-humanas de más de 68 días ? Qué lleva a una activista a no
moverse del camino cuando un camión está a punto de atropellarla ?
Los antiguos sabios
orientales, vivían en comunión con la Madre Tierra. De esta simbiosis con la
Naturaleza surgen algunas disciplinas como Kung-Fu, el Tai-Chi y el yoga. Los
maestros, principalmente, los antiguos Yogis, observaban a los demás animales,
sus posturas, sus virtudes y cualidades; observaban a los árboles y las plantas;
el poder creador del Sol, el poder sanador y abrigador de la Luna; la capacidad
de limpiar del viento. Y en virtud de todo el conocimiento de la observación de
la Naturaleza, se crearon, sistemas espirituales cuyo propósito es la devoción
hacía la vida, y el crecimiento integral desde la integración de la animalidad.
La respuesta, y el sentido de la vida de los/as activistas, cuyas historias
mencionamos previamente, y quienes son guías para nuestro camino se configuran
y construyen por el intenso amor y devoción hacia la vida.
El movimiento por la
liberación animal, transgrede pensar al otro más allá de la especie; pero a
pesar de ser defensores, incansables, de otros animales y de, discursivamente,
re-invindicar la animalidad, terminamos dislocados, separados y peleados dentro
de nuestros hermanos/as de lucha reproduciendo los mismos esquemas de la “humanidad”
que rechazamos. Nuestros egos, aquel construcción social del yo, oculta al ser
divino que hay dentro de cada activista, oculta al animal libre y salvaje que
llevamos todos y todas. Juzgamos sin tiempo; criticamos, no con el ánimo de
generar reflexión y crecer juntos/as en el debate respetuoso y creativo, sino
para exaltar el ego. Para re-afirmar al yo, desde juzgar al otro, pensando que
la manera en la que hemos elegido luchar es el único camino, ya sea el:
reformismo, el abolicionismo o el rescatismo. Somos animales, tan diversos y complejos,
y pretendemos que nuestra lucha tenga un único cauce, deslegitimamos a quienes
adoptan una postura pacifista, criticamos a quienes adoptan un pastura más
radical. Y ni que hablar sobre el “veganometro” o los/las veganazis, a veces
parece que el afán de juzgar, devela un fuerte juzgamiento interno, una no
aceptación ni amor propio. Totalmente alejados de las virtudes y cualidades de
nuestros hermanos, los demás animales.
La biofilía (amor a la
vida) es nuestra guía, los demás animales son nuestra vida, y nuestra causa su
liberación. Aprendamos de su capacidad de amar, los no-humanos están más allá
del odio. Muchas/os activistas del movimiento, se cuestionan: Cómo puedo ser
feliz o estar en paz conmigo mismo dado que soy consciente del holocausto
animal y de la guerra a nivel planetario que estamos librando ? La respuesta
más sabía que hemos encontrado es la de los monjes buddhistas del Tibet. Con la
“revolución” maoísta, se invadió gran parte del Tibet, aniquilando miles de
retiros y centros espirituales; los yoguis del Tíbet siempre estuvieron
expuestos a un trajinar diario. De hecho, a esa realidad sombría se atribuye el
proceso creativo y luminoso que luego develo en un espacio de crecimiento
espiritual y de consciencia. Un yogui preso por el régimen de Mao que estuvo
capturado por más de dieciocho años dijo: “Lo que más temía en la prisión no
era la muerte ni el encierro, sino el dejar de tener compasión por mis captores”.
En la medida en la que nos coopte el odio, habremos perdido, esa es la energía
que les moviliza a nuestros enemigos de clase y de especie. A nosotros/as nos moviliza
el amor. Es por eso tan necesario el crecimiento espiritual y la paz interior,
mientras más libres y serenos estemos con más potencia podremos luchar sin
claudicar, mientras todo lo que hagamos sea en devoción a la vida de los
animales, jamás nos cansaremos. El activismo es un camino que no se elige, y se
vive con gozo y asombro. Que nuestra venganza sea la irreverente alegría.
Para explicar, la necesidad de liberarnos a
nosotros/as mismos, buscando la serenidad en el camino de lucha, planteamos las
siguientes analogías. El/la guerrero/a de cualquier arte marcial, cuyos fines
sean espirituales: Kung-fu, Tai Chi estilo Yang; Karate, Box-tailandes sabe que
tiene que mantener la calma y la serenidad para vencer a su oponente; se enseña
en estas disciplinas que cuando te invade la ira, tu mente se oscurece y no te
permite actuar sabiamente. De hecho, el Judo, plantea, desde el proverbio
asiático: “Vencete y vencerás”, la necesidad de liberarse para liberar. El otro
ejemplo, es la errada posición que puede asumir un médico: Cómo puedo estar tan
tranquilo si tengo en mis brazos la vida mi paciente ? Es lógico asumir que
el/la médico/a necesita la tranquilidad para ejecutar con sabiduría cualquier
acción.
Para entender, la
animalidad, es preciso que el Movimiento por la Liberación Animal, entienda
esta lucha como un camino espiritual (de unión con la totalidad). La liberación
animal, empieza por nosotros/as mismos/as; comenzar por emanciparnos de los
condicionamientos culturales, de los valores capitalistas, del ego, de todo
aquellos que nos acerca más a la deplorable condición humana, alejarnos de todo
aquello, que termina, por reproducir aquello que criticamos. La filosofía de
los derechos de los animales, principalmente, es eso: entender que somos seres
universales que estamos íntimamente conectados/as con todo. Ya plantearon esto
los antiguos Yoguis y la psicología perenne. Todos/as somos uno, y uno somos
todos. Cada ser en este mundo (planta, animal humano o no humano) es un dios
interior; contiene a toda la infinitud del cosmos, del mismo modo que el cosmos
lo contiene a él/élla. Entender la eco-dependencia e interdependencia, expandir
nuestro circulo de la moralidad no bastará en la medida en la que sigamos comportándonos
como “humanos”. Amemos más como los perros, perdonemos más como los cerdos,
seamos más felices como las vacas, alumbremos más con nuestra luz interna como
el sol, limpiemos y sanemos como el agua y el viento, abracemos maternalmente a
nuestros/as hermanos/as de lucha como la luna. Volvámonos a la Tierra. Conectémonos
de nuevo con los valores y leyes naturales. Lo que más potencializará y
consolidara al movimiento es que cada activista, por el camino que sea, se
libere a sí mismo de sus ataduras mentales.
“La
lucha no es por nosotros, no es por nuestros caprichos o necesidades
personales. Es por todo animal que alguna vez ha sufrido y muerto en un
laboratorio de vivisección, y por todos aquellos animales que sufrirán y
morirán en las mismas circunstancias a no ser que detengamos este cruel negocio
ya. Las almas de los muertos torturados lloran pidiendo justicia, los que están
vivos lloran pidiendo libertad. Podemos hacer esa justicia y proporcionarles
esa libertad. Los demás animales solo nos tienen a nosotros, no les fallaremos” Barry, septiembre de 1998.
Juan
José Ponce, ADLA
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